Guantánamo, refugiados sirios y las dificultades de “hacer lo correcto”
Recuadro de la nota: Flujos migratorios del último siglo consolidan a Uruguay como país receptor...
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En marzo de 2014, Búsqueda informaba que el gobierno del entonces presidente José Mujica había iniciado las negociaciones para recibir a seis presos de origen árabe que se encontraban recluidos hacía una década en la cárcel de Guantánamo, sin condena ni juicio. Por otro lado, pretendía dar refugio a 120 sirios que huían de la guerra civil.
Los refugiados sirios fueron finalmente 42. Su integración a la sociedad uruguaya, igual que la de los ex-presos de Guantánamo, no fue sencilla.
Pese a las dificultades, los extranjeros lograron rehacer su vida y hasta 2020 solo una de las cinco familias sirias que llegaron había decidido emigrar. Las otras abrieron comercios, se dedicaron a la agricultura, muchos de los menores continuaron sus estudios, probaron suerte de varias formas y hoy no se conoce mucho más de su situación, indicaron a Búsqueda fuentes de Cancillería.
Algunos casos, como el del sirio Jihad Diyab, ex-preso de Guantánamo, provocaron numerosos dolores de cabeza al Estado: huelgas de hambre, denuncias públicas a Estados Unidos e intentos frustrados de irse a Turquía.
Consultada sobre si Uruguay debió impulsar más acciones de este tipo luego de esa primera experiencia, la actual jefa de misión de la Organización Internacional para las Migraciones en Uruguay, Tanja Pacífico explicó que el país es parte de un programa internacional de reasentamiento de personas refugiadas. Además, afirmó que estos procesos “nunca son fáciles”, pero eso “no debería” disuadir a Uruguay “de hacer lo correcto”.
“Todas las formas de migración brindan más al país de lo que cuestan en apoyo inicial”, argumentó.
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