La coalición multicolor, una herramienta cuyo germen apareció en 1996 y que funcionó tras 15 años de cortocircuitos entre los partidos fundacionales

escribe Santiago Sánchez 
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Las elecciones nacionales de 1994 todavía estaban frescas, pero el ganador Julio María Sanguinetti ya tenía las siguientes en el horizonte. Una reforma de la Constitución para modificar las reglas electorales estaba en el “centro” de sus prioridades, declaró a Búsqueda en diciembre, un mes después de su triunfo.

Los cambios a la Constitución de 1967 buscaban impedir que un gobierno asumiera en las condiciones en las que llegaba Sanguinetti a su segunda presidencia, con un Parlamento dividido casi en tercios entre colorados, blancos y frenteamplistas. “Sencillas operaciones aritméticas como sumar y restar pueden causar grandes dolores de cabeza, sobre todo a un gobierno encargado de lidiar con un Parlamento dividido en tres”, comenzaba el texto de una nota de Búsqueda, que advertía que el gobierno estaría obligado a “tejer delicadas alianzas para obtener mayorías legislativas”.

Para integrantes del Frente Amplio, la fuerza política que había quebrado el bipartidismo uruguayo, la intención detrás de los cambios, entre los que aparecía como inminente una segunda, era frenar su llegada al poder. “Y se está hablando de balotaje. La derecha tendría que pensar muy bien el precio político que puede pagar”, advertía el presidente de la coalición de izquierda, Tabaré Vázquez.

Los cambios que se introducirían entonces cambiarían la dinámica electoral y, con ella, los incentivos para que los partidos desarrollen alianzas. Esas cuestiones aparecían esbozadas en las discusiones de la época. Aunque todavía lejos de la siguiente elección, la posibilidad de que blancos y colorados votaran juntos contra el Frente Amplio se instaló con fuerza. En una convención del Partido Colorado el 18 de mayo de 1996, según una crónica publicada por Búsqueda días después, el ahora presidente de la Cámara de Diputados, Ope Pasquet, aseguraba que a ambos partidos tradicionales era más lo que los unía que lo que los dividía. “Se han conformado entidades políticas en el país que nos despiertan muchas mayores reservas y de las cuales nos separan distancias mucho mayores que las que tuvimos históricamente con el Partido Nacional”, sostuvo. No estaba solo en su argumentación. El entonces senador Luis Pozzolo dijo en la convención que, si bien tenían “filosofías distintas”, blancos y colorados representaban “las mismas raíces, porque nacieron juntos”.

Simpatizantes de Jorge Batlle y Tabaré Vázquez lanzan papeletas de campaña al aire en Pocitos, el 22 de noviembre de 1999. Foto: AFP

El escenario posplebiscito

Una vez aprobada la reforma, la posibilidad de una alianza blanqui-colorada parecía inminente. Así, el entonces presidente Sanguinetti decía a Búsqueda el jueves 2 de octubre de 1997 que la presencia del Frente Amplio en una segunda vuelta pondría “de un lado de la mesa a los que tienen un origen liberal filosófico, y del otro, desde el Movimiento de Liberación Nacional hasta los que caminan por un pretil como la Vertiente Artiguista y Asamblea Uruguay”.

El mismo día, en una entrevista con Búsqueda, el politólogo Luis Eduardo González matizaba las conclusiones de Sanguinetti. Acordaba con la idea de que la elección podía definirse en función de las “familias ideológicas”, pero advertía que esa afirmación era correcta “en términos promediales”. “Esto quiere decir: excepto si el candidato (blanco o colorado) es claramente inapropiado, lo que dice el presidente es correcto”. Porque para el experto había problemas que excedían lo “partidario” e ingresaban en el terreno de las “personalidades”. “En lo que se refiere el problema partidario, creo que el presidente tiene toda la razón del mundo. Pero hay un segundo factor, que no se agota en lo partidario, que tiene que ver con imágenes personales. Si esto se resuelve ‘bien’, esto es, si el candidato colorado o blanco que vaya a disputar la segunda vuelta es un candidato razonable para el conjunto del electorado, entonces lo que dice el presidente va a ser más contundentemente cierto y va a aumentar las probabilidades del candidato tradicional (…). Pero si no es así, si se trata de un candidato particularmente resistido, entonces las cosas pueden ser más complicadas”.

La elección del 1999 pondría a prueba esa hipótesis.

El Frente Amplio obtuvo la mayoría de los votos en octubre y por primera vez —y única hasta ahora— disputaría la segunda vuelta con el Partido Colorado. Era un nuevo mapa político que dirigentes frenteamplistas tenían dibujado en su cabeza desde hacía años.

“En el largo plazo, el Frente Amplio amenaza la vida misma de uno de los partidos tradicionales” porque “el reordenamiento de la estructura política significa que el Frente Amplio se ha convertido nuevamente en un adversario principal” que “rompe con el oligopolio bipartidista tradicional”, afirmó en 1985 el entonces presidente de la coalición Liber Seregni.

El 28 de noviembre de 1999 los blancos apoyaron, mayoritariamente al menos, la fórmula presidencial Jorge Batlle-Luis Hierro, que resultaría ganadora esa jornada. El expresidente Luis Alberto Lacalle Herrera vivió la jornada con bajo perfil, evitó dar un tono de festejo a la victoria de su futuro socio de gobierno. Pidió a los dirigentes de primera línea que siguieran su ejemplo, a los que incluso les recomendó no ir a saludar personalmente a Batlle, describía una crónica de Búsqueda titulada El día que los blancos votaron por un Batlle. El balotaje “es una elección entre personas y no entre partidos, entre un candidato u otro”, dijo tras votar.

La elección de 1999 daría la razón a Sanguinetti y a González.

Julio María Sanguinetti saluda a Jorge Batlle tras su triunfo electoral. Foto: AFP

La crisis blanqui-colorada

La debacle económica que el país sufriría en los siguientes años barrería con la coalición. La tensión dio un primer aviso con la forzada renuncia del entonces ministro de Economía, Alberto Bensión, muy a pesar de lo que Batlle quería.

“Otra marcha atrás del presidente”, comentó Lacalle Herrera en una reunión con dirigentes herreristas el domingo 21 de julio de 2002 en Punta del Este. Acababa de recibir una llamada del presidente Batlle en la que le confirmó que no tenía intenciones de mover al ministro, algo que el líder herrerista entendió que habían acordado en una reunión con él y Sanguinetti.

En ese encuentro en Punta del Este, el entonces diputado Gustavo Borsari dijo que debía analizarse “si realmente funciona la coalición de gobierno” con un presidente que transmite solo “inseguridades”. Eso motivó que al día siguiente, tras un directorio nacionalista que tuvo un tono similar, Lacalle Herrera dejara en claro públicamente que el cambio en la conducción económica que los blancos pretendían debía incluir la remoción del ministro. A Batlle no le quedó otra que echarlo. Muy a su pesar, y para no romper la coalición, el presidente solicitó la renuncia de Bensión como reclamó Lacalle, se titulaba la contratapa del 25 de julio de 2002.

Los días de la coalición estaban contados. El lunes 28 de octubre de 2002, Lacalle Herrera cuestionó duramente a Batlle en una reunión con dirigentes herreristas previa al directorio nacionalista. “Nosotros le dimos todo nuestro apoyo y él ha desaprovechado su oportunidad. Pero este va a ser el último Batlle presidente del Uruguay”, dijo el exmandatario.

Los blancos habían decidido retirar a sus cinco ministros del gobierno y así se lo fue a comunicar Lacalle Herrera a Batlle una vez finalizado el directorio. En ese encuentro, según resalta la crónica de Búsqueda del 31 de octubre de 2002, Batlle le recriminó que la decisión iba a perjudicar al país “a nivel internacional”. Y, efectivamente, así comenzaba aquella crónica: Urgente: crisis política en Uruguay. Ese era uno de los titulares de las agencias internacionales de noticias aquel día.

En la campaña electoral que siguió a ese gobierno, el candidato nacionalista Jorge Larrañaga, el único con chances reales de llegar a un balotaje, no manejó nunca en su discurso reeditar una coalición. Él mismo había propuesto salir de la alianza dos años atrás. En una entrevista con Búsqueda del jueves 2 de setiembre de 2004, clarificó cómo pensaba gobernar si era electo: “Nosotros vamos a construir un esquema de gobernabilidad, no de coalición”. En la entrevista, aseguró que tendría la misma relación con Batlle y con Sanguinetti que con Vázquez. Incluso, recordó que en marzo había planteado una coalición “con los uruguayos”: “Me estaba anticipando a expresar que no se daban las condiciones para reiterar un entendimiento como el de 1999”.

Larrañaga no podría poner a prueba su plan porque el triunfador, en primera vuelta, sería el candidato frenteamplista Tabaré Vázquez.

Luis Alberto Lacalle y Pedro Bordaberry cierran la campaña del balotaje, junto a Jorge Larrañaga e Isaac Alfie, el 26 de noviembre de 2009. Foto: AFP.

El “terreno de las personalidades”

En la campaña de 2009, blancos y colorados tampoco encararon la carrera de cara a las nacionales con el discurso de una coalición. Sin embargo, la instancia del balotaje, que no se había dado en 2004, obligó a otro tipo de intercambio entre ambos partidos.

Las relaciones no fueron buenas entre el candidato nacionalista Lacalle Herrera y el colorado Pedro Bordaberry. En una entrevista publicada por Búsqueda el 15 de octubre de 2009, Bordaberry dijo que había acordado con Lacalle Herrera no referirse al posible escenario de balotaje hasta después de las elecciones nacionales, pero que el nacionalista no respetó lo acordado. “Siento que no se está respetando la palabra que se nos dio ese día cuando se empieza a hablar de eso ahora”, lamentó. Lacalle Herrera, por su parte, pedía una definición explícita de los colorados en la segunda vuelta y recordaba su apoyo en 1999 a Batlle. Diez años después el escenario era distinto.

Mientras los colorados aguardaban al balotaje para tomar una postura, los blancos buscaban acuerdos electorales con los colorados y con el Partido Independiente, ilustraba la portada de Búsqueda el 15 de octubre de 2009. Pero el líder de esta última colectividad, Pablo Mieres, advertía allí mismo que no tomaría partido de cara a la segunda vuelta.

Lacalle Herrera recibió el apoyo de Bordaberry, pero no con las mismas características que 10 años antes los blancos se lo dieron a los colorados. El entonces líder colorado dijo que no le seducía firmar un acuerdo programático como se había hecho en la previa al balotaje de 1999 y descartó participar en la campaña de Lacalle Herrera de cara al balotaje, si bien dijo públicamente que él votaría la fórmula nacionalista.

Tres días después de la primera vuelta, el Comité Ejecutivo Nacional del Partido Colorado (CEN) resolvió “recomendar” a la población votar por la fórmula del Partido Nacional. Eso, sin perjuicio de que algunos dirigentes como los expresidentes Sanguinetti y Batlle o el exministro de Economía y entonces senador Isaac Alfie expresaron un apoyo más explícito a la fórmula nacionalista, según registró un artículo de Búsqueda del 5 de noviembre.

Pedro Bordaberry y Luis Lacalle Pou. Foto: Javier Calvelo / adhocFotos

Otra vez

Con el fracaso de los partidos tradicionales para derrotar al Frente Amplio en 2009, la idea de una coalición electoral volvió a salir a flote. “Tengo la percepción de que, dadas las características que tenemos del electorado y dado el sistema electoral de segunda vuelta, lo más razonable es que los partidos de oposición formen una coalición”, decía el director de Equipos, Ignacio Zuasnabar, el miércoles 6 de junio de 2012 en un almuerzo organizado por el Club de Lunch Uruguayo Británico, según recogía la nota de Búsqueda del día siguiente.
Zuasnabar daba cuenta de que los partidos tradicionales negociaban una alianza de carácter departamental, pero era necesario “una coalición más amplia y más ambiciosa”. Los partidos tradicionales comenzaban a explorar esa posibilidad luego de la victoria de la frenteamplista Ana Olivera en las departamentales de Montevideo de 2010, con un récord de votos en blanco.

Pero llegada la campaña en 2014, los términos de los candidatos blancos y colorados para tratar de arrebatarle un tercer gobierno al Frente Amplio no difirieron demasiado de lo ocurrido cinco años antes. La posibilidad de formar una coalición quedó desplazada para después de las elecciones de octubre, y la relación entre el entonces candidato nacionalista Luis Lacalle Pou y Bordaberry tampoco ayudó. “La frialdad es recíproca”, describió a Búsqueda un dirigente de Vamos Uruguay, el sector del candidato colorado, el 14 de agosto.

La campaña tuvo tensión entre los candidatos colorados y blancos y también en el impulso de algunas propuestas. Bordaberry y su sector sostuvieron que quedaron “solos” en el impulso a la reforma constitucional por la baja de la edad de imputabilidad, según consignaba la edición de Búsqueda del 11 de setiembre. El mensaje era dirigido a Lacalle Pou y su sector, que habían apoyado la recolección de firmas, pero no hacían campaña para su aprobación. 

La carrera electoral tuvo un fuerte componente de ataques entre ambos. Eso era parte de la estrategia colorada para pelear el segundo lugar y así acceder al balotaje. El punto de tensión más importante se produjo ese mismo 11 de setiembre, cuando Búsqueda publicó que Bordaberry había acusado a Lacalle Pou de “extorsionarlo” a través de un supuesto pedido de “paz electoral” a cambio de los votos necesarios para aprobar un fideicomiso en la Junta Departamental de Salto, departamento por entonces de gobierno colorado. Ese mismo día, Lacalle Pou fue a visitar a Bordaberry a la casa y, tras una tensa discusión, decidieron evitar futuros enfrentamientos. “Él y yo tenemos que conversar mucho en los cinco años que se vienen, y ante este lío nos pudimos reunir, conversar y tuvimos la capacidad de superarlo. Eso es positivo”, señaló.

La oposición tenía la expectativa de que el Frente Amplio no alcanzara las mayorías parlamentarias en la primera vuelta y, quizás, el balotaje tuviera un final abierto. Nada de eso sucedió. La coalición de izquierda aseguró el control en ambas cámaras y Vázquez quedó a un paso de su segundo gobierno. Aun así, Bordaberry anunció su respaldo a Lacalle Pou con un énfasis incluso mayor al de cinco años antes. Eso motivó una tensa sesión en el CEN colorado del 28 de octubre, donde el diputado Fernando Amado mantuvo un fuerte cruce con su líder, según registró la edición de Búsqueda del 30 de ese mes.

Lacalle Pou y Sanguinetti mano a mano en la Escuela de Periodismo de Búsqueda, diciembre de 2018. Foto: Archivo Búsqueda

La arquitectura de la coalición

Una crónica del 17 de mayo de 2018 mostraba a Sanguinetti presagiando una victoria para el año siguiente. Dos días antes, en un club partidario de barrio Sur, el expresidente anunciaba lo que finalmente ocurriría en menos de dos años: el próximo gobierno será de coalición y los colorados lo iban a integrar. Dos semanas después, el 29 de mayo, Sanguinetti visitó a los entonces senadores Lacalle Pou y Larrañaga para hablarles acerca de la coalición.

Meses más tarde, el tema volvió a estar arriba de la mesa, en un debate organizado por la Escuela de Periodismo de Búsqueda entre Lacalle Pou y Sanguinetti. En esa oportunidad, ambos hicieron “explícita” la alianza para ganarle al Frente Amplio y expresaron que “antes que un debate fue una conversación de eventuales socios de un futuro gobierno”. Sanguinetti lo definió así: “Esta fue la charla de un expresidente con un prepresidente”. Mientras, Lacalle Pou habló acerca de la ley de urgente consideración que luego enviaría al Parlamento y dijo que ese “sería el contrato social sobre el cual se va a jurar la coalición”.

La campaña de cara a las internas de 2019 mostró a una oposición más unida que el oficialismo. Así lo reflejó la portada de Búsqueda del 11 de agosto, donde se advertía que los partidos de la entonces oposición daban “mensajes de unidad” y ya había contactos para formar un “arco opositor”. En aquel momento, uno de los principales obstáculos era la postura a tomar con el novel Cabildo Abierto, cuya votación había generado sorpresa en las internas de junio. A diferencia del candidato colorado Ernesto Talvi, el actual presidente, entonces en campaña, no lo excluía. “Yo a priori no me amputo ningún acuerdo”, dijo en una entrevista a Búsqueda el 4 de julio de ese año.

Tras las elecciones nacionales de octubre, blancos, colorados, cabildantes, el Partido Independiente y el Partido de la Gente lograron acordar rápidamente el documento Compromiso por el país, que funcionó como una suerte de programa de la coalición de cara al balotaje de noviembre. “No hubo mayores contratiempos. Ni tampoco muchas discusiones. Ni siquiera hubo que quitar ni poner mucha cosa”, decía un artículo de Búsqueda del 7 de noviembre de 2019 donde se hablaba de la negociación del documento de 48 carillas presentado dos días antes.

Acto de la fórmula presidencial del Partido Nacional en el Molino de Perez en Montevideo, octubre 2009. Foto: Javier Calvelo / adhocFOTOS

Pese al resultado ajustadísimo del balotaje, la incipiente coalición siguió de largo y logró realizar un acuerdo global para competir con el Frente Amplio en las departamentales del año siguiente en Montevideo. Un “temporal de nombres” se desató tras el “no” del expresidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol Sebastián Bauzá e incluyó al líder cabildante, Guido Manini Ríos, al comunicador Gerardo Sotelo y hasta a Bordaberry, reflejó un artículo de Búsqueda del 6 de febrero de 2020. Finalmente, hubo acuerdo en una candidatura única, Laura Raffo, bajo el lema del Partido Independiente y con un suplente de cada uno de los socios. La alianza, sin embargo, esta vez no triunfaría.

Óscar Botinelli, director de la empresa Factum, dijo en abril de 2013, en una columna de Radio Montecarlo recogida por Búsqueda, que la convergencia entre blancos y colorados podía producir un nuevo “bipartidismo”, aunque no tenía claro cuándo. “Los tiempos históricos son lentos. Lo que está sobre la mesa es un camino que puede llevar a una convergencia dentro de dos elecciones o tres. Quizás haya que esperar algo para los años 20 o inclusive para el comienzo de los 30”.

Más de dos años después de asumir el gobierno, la coalición oficialista, con más miembros de lo que podía proyectarse antes del 2019, se mantiene a escala nacional. Si bien los socios minoritarios, y en particular Cabildo Abierto, han marcado sus perfiles propios, la coalición ha acordado en los grandes proyectos que envió al Parlamento: la Ley de Urgente Consideración, la Ley de Presupuesto y la de Rendición de Cuentas. Cuánto durará la coalición y cómo se plasmará en 2024 es una incógnita.

Información Nacional
2022-11-08T12:26:00