Sueños recurrentes y discusiones circulares de cinco décadas

escribe Martín Mocoroa 
19 minutos Comentar

Muchas cosas, por suerte, cambian. Basta recorrer las páginas de este número especial para ver que el Uruguay de hoy no es el mismo que el de las últimas cinco décadas, que no estamos parados en el mismo lugar. Es visible en la estructura política, en algunos aspectos de la educación, en nuevos derechos sociales, en movimientos migratorios, solo por poner algunos ejemplos. Pero hay otras cosas —también muchas— que no se mueven y que periódicamente reeditamos con la energía de la novedad. Un círculo repetitivo de proyectos y discusiones. Revisar el archivo de Búsqueda es comprobar que titulares de décadas atrás bien podrían ser noticia de hoy. Como esa fórmula que se utiliza en redes sociales para hacer chistes sobre cosas que siempre tienen vigencia: “no importa cuándo veas esto”.

No importa cuándo leas esto, el gobierno de turno estará pensando en una reforma del Estado y alguien en el sistema político estará planteando rediscutir la estructura y el rol de las Fuerzas Armadas. No importa cuándo leas esto, algún candidato habrá prometido atender el problema de los asentamientos, puede que sea bajo el ambicioso nombre de “asentamiento cero” o simplemente con planes masivos de “erradicación” o “regularización” que nunca tendrán el alcance anunciado. Puede ser hoy o 20 años atrás, la Cancillería estará intentando empujar tratados de libre comercio contra resistencias internas y de la región, o contra las dificultades de negociación con las eventuales contrapartes. No importa el año, siempre estará en discusión la conveniencia o no de la desmonopolización de los combustibles, o un titular hablará del enfrentamiento entre ortodoxos y renovadores socialistas. La circularidad llega hasta lo más pequeño: cada tanto alguien propondrá cambiarle el nombre al Aeropuerto de Carrasco (General Cesáreo Berisso) por el de Mario Benedetti o el de Jorge Batlle, alguien decidirá mover feriados y otro alguien decidirá no hacerlo, y alguien más se acordará de proponer el voto consular cuando se acerque una elección.

Este es un paseo arbitrario por algunos sueños recurrentes y discusiones circulares de las últimas décadas. Son proyectos que pudieron modificar la línea de desarrollo de Uruguay y no lo hicieron. Por ahora.

Tabaré Vázquez junto a expresidentes en la residencia presidencial de Suárez analizando la posible explotacion de petroleo en Uruguay, marzo 2016. Foto: Javier Calvelo / adhocFotos

Casi petroleros

Uruguay encontró petróleo. Está en la localidad de La Paloma, Durazno. Son pequeñas cantidades pero son autóctonas: es “petróleo libre” en rocas generadoras. El título en la tapa de Búsqueda sacude la mañana del 31 de marzo de 2011 y desde temprano es replicado en los portales de los diarios y las radios.

El anuncio lo había hecho el gerente de Exploración y Producción de Ancap Héctor de Santa Ana, en un encuentro regional de compañías del rubro (Búsqueda Nº 1.605). Desde el período de gobierno anterior, la estatal uruguaya había empezado a impulsar la exploración en tierra y mar.

—¿En cinco años Uruguay será productor de petróleo?

—Espero que sí. Estamos orientando gran parte de nuestros esfuerzos para ello.

Así respondía Raúl Sendic, entonces presidente de Ancap, en una entrevista tres meses después del hallazgo en Durazno, en la que anunciaba una inversión de otros US$ 15 millones para más exploraciones (Búsqueda Nº 1.614).

Uruguay ya había perforado algunos puntos de su territorio marítimo ilusionado con encontrar hidrocarburos. En la década de los años 70, por ejemplo, había hecho los pozos Lobo y Gaviotín en el Río de la Plata. Con información más precisa en 2008 se abría una nueva etapa. Se desarrollaron eventos de promoción para intentar seducir al mercado internacional a presentarse en rondas de licitaciones. La primera, la Ronda Uruguay I, logró adjudicar dos de los 17 bloques puestos en oferta. En 2011, la Ronda Uruguay II, concedió otros ocho predios. La inversión que hicieron las empresas privadas en exploración rondó los US$ 1.800 millones.

A partir del impulso petrolero se abrieron numerosas discusiones para dar marco y contención institucional al nuevo eje de desarrollo que podía abrirse. Un equipo técnico miraba el esquema noruego como modelo a seguir (Búsqueda Nº 1.799) mientras el gobierno pensaba en una posible ley de petróleo (Búsqueda Nº 1.701) y en el rol de Ancap ante posibles hallazgos (Búsqueda Nº 1.801).

El verano de 2015 trajo de nuevo noticias alentadoras. Una de las empresas petroleras internacionales —la australiana Petrel Energy Limited— anunció que había certificado “recursos prospectivos de petróleo” en Salto y Piedra Sola. Estimaba que podían llegar a existir 1.769 millones de barriles recuperables y, para descubrir si efectivamente era así, se disponía a hacer cuatro perforaciones.

Tan cercanas llegaron a ser en un momento las posibilidades de que Uruguay se convirtiera en un país petrolero que en febrero de 2016 Tabaré Vázquez convocó a una reunión en la residencia de Suárez a todos los expresidentes del período posdictadura para tener un intercambio sobre los posibles pasos a seguir (Búsqueda Nº 1.853). Llegó a haber un segundo encuentro antes de que el optimismo se fuera apagando.

Las noticias que habían abrigado esperanzas no se confirmaron. En cambio, se fueron sumando otras con tono lapidario. Quizás el golpe de gracia llegó en agosto de 2016, cuando la petrolera Total anunció que no había encontrado petróleo y, poco después, que se iba del país.

Las esperanzas también se habían apagado en el mercado global, que ya no miraba a Uruguay. La última ronda de Ancap para intentar adjudicar bloques en territorio marítimo se abrió en 2017 y se cerró en 2018 sin el interés de ningún privado. La coyuntura internacional era otra. El barril de petróleo que en 2008 había alcanzado un pico de US$ 140, entre 2017 y 2018 había oscilado entre US$ 45 y US$ 75. A eso se sumaban otros cambios en el mercado energético como el avance de fuentes como el hidrógeno o la transformación de vehículos a consumo eléctrico.

Así, en enero de 2019, ya con Sendic procesado por peculado y abuso de funciones, la búsqueda de hidrocarburos dejó de ser prioridad para Ancap.

Aunque con menos intensidad, las esperanzas permanecen encendidas. A mediados de este año, Ancap adjudicó tres bloques de su plataforma offshore para explorar la presencia de hidrocarburos. “El mundo no es sencillo o lineal. (...) Uruguay puede ser sostenible y también petrolero, porque puede producir petróleo y gas que el mundo va a necesitar”, argumentó el actual presidente de Ancap, Alejandro Stipanicic, consultado sobre los cuestionamientos de académicos que entienden que retomar la búsqueda de hidrocarburos va en contra de los compromisos de reducción de emisión de gases de efecto invernadero.

Foto: Pablo Vignali / adhocFOTOS

El puerto océanico

En la segunda presidencia de José Batlle y Ordóñez el Parlamento aprobó una ley que creó una comisión para analizar la viabilidad de un puerto de aguas profundas en La Coronilla, Rocha. El proyecto no prosperó, aunque cada tanto volvía a estar en discusión, con distintas ubicaciones en la costa rochense, en voz de algún político o de emprendedores privados. Un siglo después de aquella ley la historia parecía repetirse. En abril de 2013 se aprobó la “habilitación” de un puerto de aguas profundas en el frente marítimo que “comprende los balnearios Mar del Plata, El Palenque y San Francisco”.

Para el entonces presidente José Mujica, la concreción del puerto oceánico era “la jugada de política exterior más importante de su gobierno”. Pensaba que Uruguay podría ofrecer salida al mar a países como Paraguay y Bolivia, lo que fortalecería su “capacidad negociadora” en conflictos regionales. También que se pondría fin así a la histórica guerra de puertos Montevideo-Buenos Aires.

El sueño esta vez fue a lo grande. La Comisión Interministerial para el estudio del Puerto de Aguas Profundas (CIPAP) que estaba trabajando desde noviembre de 2011 estimaba la carga que captaría el puerto en 55 millones de toneladas anuales. Esto que estaba planteado como un “escenario conservador” era más de cinco veces el movimiento del puerto de Montevideo. El costo de construcción, en tanto, estaba calculado entre los US$ 800 millones y los US$ 1.000.

Las altas expectativas se sostenían, en buena medida, en otro proyecto que parecía avanzar a pie firme. La compañía india Zamin Ferrous con su proyecto Aratirí de minería a cielo abierto prometía exportar unas 16 millones de toneladas de hierro anuales.

Los anuncios políticos tenían eco en la discusión social. Las encuestas de opinión pública mostraban un respaldo de casi dos tercios de la población al emprendimiento. En Rocha, sin embargo, se vivía un ambiente agitado que enfrentaba a “vecinos contra vecinos”. Se organizaban eventos de discusión y un domingo invernal de 2012 hasta hubo una cadena humana de unas 200 personas en la playa El Palenque, que nunca había visto tanta gente reunida (Búsqueda Nº 1.677).

El gobierno se proponía abrir una licitación en 2014. Durante ese quinquenio se barajaron decenas de posibilidades. Se les planteó a los miembros del Mercosur que fueran socios y propietarios del proyecto. Se aseguró que existirían ofertas chinas y brasileñas para la construcción y el financiamiento, y se negociaban contratos de usuarios con compañías internacionales como la multinacional holandesa Vopak.

Sin embargo, de la mano de un cada vez menos probable proyecto Aratirí, también fue perdiendo peso el puerto de Rocha. El período de Mujica se cerró sin licitar su “jugada de política exterior más importante”.

Durante la segunda presidencia de Vázquez el proyecto perdió relevancia. El ministro de Transporte dijo que aunque seguiría trabajando en el proyecto no era una prioridad. Hubo un decreto del Poder Ejecutivo que indicaba darle “impulso y seguimiento” al proceso, hubo algún evento en el edificio del ministerio y poco más.

Entre 2012 y 2014 el gobierno gastó US$ 6,6 millones en la contratación de consultorías nacionales e internacionales y US$ 35.000 en viajes y viáticos de jerarcas, asociados al puerto de aguas profundas. El Palenque sigue igual de agreste y sus aguas igual de bravas que aquel domingo 26 de agosto de 2012 en que 200 personas hicieron una cadena humana en el punto exacto donde el puerto nunca se construiría. Las estimaciones, las proyecciones, las batimetrías, los pliegos licitatorios descansan en la profundidad de cajones de distintas oficinas estatales, a la espera de que alguien vuelva a soñar, como tantas veces desde hace un siglo, con el recurrente puerto de Rocha.

Foto: Javier Calvelo / adhocFOTOS

El puente más largo y postergado

Pudo haberse llamado Carlos Gardel, como proponía el expresidente argentino Carlos Menem, y pudo haber sido el puente más largo del mundo a cielo abierto, con un trayecto de 41 kilómetros. Pudo haber empleado a 5.000 obreros durante su construcción y tener, una vez pronto, un tránsito de más de 4.500 vehículos diarios (Búsqueda Nº 868). La unión de Colonia y Buenos Aires mediante un puente se sentía como un paso inminente entre los  años 90 y principios de los 2000. Cada tanto se anunciaban las fechas tentativas de un llamado a licitación, se daban a conocer los resultados de estudios de factibilidad o de impacto, y era un punto casi siempre presente en las reuniones presidenciales.

Estuvo, por ejemplo, en setiembre de 1990 en el encuentro en la estancia de Anchorena entre Luis Lacalle y Menem. El argentino estaba más convencido que el uruguayo de la iniciativa. En palabras de Menem, Lacalle era algo “reticente”, pero creía haber logrado “modificar su opinión”. Por su parte, Lacalle aclaró que la obra tenía su “total apoyo” si era “consecuencia de la integración” de los dos países, pero no como “causa” de integración (Búsqueda Nº 552). En diciembre de 1991 tuvieron otra reunión, esta vez en Maldonado, en la que ratificaron la decisión de hacer el puente. Así se abría la década en la que el proyecto arañó la concreción.

La iniciativa no era nueva. Era un sueño recurrente al menos desde 1886 y ya en 1962 se había llegado a estudiar su viabilidad. Así lo explicaba el ingeniero uruguayo José Serrato en 1993, cuando presidía la delegación uruguaya en la Comisión Binacional del Puente Buenos Aires-Colonia que se había creado en 1985 (Búsqueda Nº 712). La comisión había hecho un llamado a empresas interesadas en estudiar la factibilidad de la obra. El paso siguiente era otro llamado a expresiones de interés para realizar la obra, cuyo comienzo se estimaba para 1994 y su finalización cuatro años más tarde.

Colonia se preparaba para una revolución. Los informes técnicos de la comisión del puente calculaban que el departamento podría llegar a los 100.000 habitantes, un crecimiento de 85% respecto a la población que tenía hasta entonces. En el mercado inmobiliario el entusiasmo se reflejaba en un incremento del valor de las tierras (Búsqueda Nº 713). A largo plazo, otro estudio proyectaba que para 2015 el PBI uruguayo sería unos US$ 4.000 millones superior con el puente.

Aunque la licitación no se concretó, el proyecto siguió igual de latente durante el período de gobierno de 1995 al 2000. La Comisión Binacional había acordado un tratado para la construcción del puente que necesitaba la aprobación parlamentaria de ambos países.

La obra se seguía percibiendo como ineludible y un reflejo de ello fue la oposición férrea de la empresa Buquebus, que llegó a hacer una campaña publicitaria con argumentos en contra. Serrato, en un movimiento que generó una intensa polémica política, llegó a intimar a los canales 10 y 12 a que no transmitieran el aviso (Búsqueda Nº 955).

En 1998 la Cámara de Senadores dio media sanción al tratado para la construcción del puente, en una jornada que Serrato otra vez vivió con intensidad, contando cada voto (Búsqueda Nº 975). Al año siguiente lo hizo la Cámara de Diputados, luego de pasar antes por varios intentos frustrados. En Argentina, en contraste, el puente provocaba fuertes oposiciones políticas y su Parlamento no le daba prioridad a la aprobación.

Jorge Batlle, durante su campaña electoral de 1999, incluyó el proyecto en su agenda. Luego, como presidente, intentó ponerlo rápidamente en la del Mercosur y en la de la relación bilateral con Argentina, pero la situación económica del Río de la Plata dejaría al puente como una aspiración relegada (Búsqueda Nº 1.035).

La obra volvió a la agenda en el período 2015-2020, la segunda presidencia de Tabaré Vázquez. El entonces ministro de Transporte, Víctor Rossi, llegó a anunciar que existía un “fuerte interés” de los dos gobiernos. Esta vez estaban pensando en algo “no demasiado espectacular” entre Nueva Palmira y Zárate, tomando como base un proyecto presentado por una empresa privada unos 20 años antes (Búsqueda Nº 1.886).

En la previa de un encuentro entre los presidentes, diplomáticos argentinos describieron el puente como “un paso inevitable” aunque todavía estuviera “verde”. El presidente argentino Mauricio Macri la consideraba una obra relevante, pero en principio tenía estimaciones de costos que creía demasiado elevadas. Su embajador en Uruguay estudiaba variantes más económicas, algo que no llegó a cristalizarse.

En ese mismo quinquenio, Macri y Vázquez promovieron una candidatura conjunta —de la que también participó Paraguay— para alojar el mundial de fútbol en 2030. Un grupo de empresarios rioplatenses se alinearon entusiasmados con la idea. En ese marco, otra vez volvieron a emerger los pilares del puente.

El empresario Orlando Dovat, accionista de Zonamerica, estaba convencido de que el certamen deportivo era una oportunidad de desarrollar proyectos necesarios de infraestructura. Entre ellos, consideraba como fundamental el puente Colonia-Buenos Aires, el que proyectaba que podría tener un costo de más de US$ 1.000 millones pero que traería aparejado un cambio sustancial para la afluencia de turismo.

En una tesitura más parecida a la de su padre, Lacalle Pou dijo durante la campaña electoral de 2019 en una visita a Argentina que el puente no era un proyecto que tuviera en carpeta, aunque estaba dispuesto a conversarlo (Búsqueda Nº 2.036). El proyecto no estuvo sobre la mesa en los intercambios presidenciales y diplomáticos entre ambos países, que tampoco abundaron.

Sin el puente tantas veces imaginado, y con Argentina sumida en numerosos problemas más urgentes, 1.170.595 uruguayos cruzaron a Argentina entre enero y setiembre de 2022 alentados por la diferencia cambiaria. La cifra, todavía con un trimestre por delante, ya supera largamente la registrada en 2019, antes de la pandemia.

Luis Lacalle Pou habla en el foro Test & Invest Uruguay. Foto: Presidencia

¿Con qué sueña Uruguay hoy?

“En Uruguay investigadores diariamente realizan experimentos de modificación genética, nanotecnología, bioquímica, neurociencia y ciencia de los materiales que son citados en las mejores revistas científicas. Sin embargo, los inversores no siempre conocen sobre estos logros. Usualmente la gente no sabe que hay satélites en órbita que fueron producidos en suelo uruguayo, o que Uruguay exporta ratones genéticamente modificados a Japón, vende videojuegos a compañías de Los Ángeles o que se convirtió en el mayor productor de caviar en el hemisferio sur”, el texto lo lee una voz masculina agradable en un inglés perfecto. Es parte de un video realizado por Pablo Casacuberta, artista visual y escritor, para promover a Uruguay como destino para inversiones internacionales de innovación. El gobierno uruguayo lo usó para abrir el evento Test & Invest, que organizó el 3 de noviembre en conjunto con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Las imágenes que acompañan el relato muestran postales de Uruguay distintas a las típicas: laboratorios, plantas industriales, oficinas informáticas, robótica, alta tecnologización. Son las imágenes de las cosas que sí cambian, en paralelo a los temas circulares.

Durante ese evento distintas autoridades de gobierno plantearon su visión de desarrollo para el país. El presidente Lacalle Pou fue el encargado de abrir la jornada y en su discurso dijo que la “vocación” de Uruguay es convertirse en “un hub a nivel latinoamericano” de tecnología y de innovación.

Parte de ese camino avanza en silencio desde hace décadas. En 2021, según cifras del Instituto Uruguay XXI, las exportaciones asociadas a las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) llegaron a US$ 1.335 millones, lo que representa el 35% del total.

El ministro de Industria, Omar Paganini, que tomó la palabra casi a continuación del presidente, presentó las bases del programa Uruguay Innovation Hub. Según explicó, se trata de un esquema público-privado bajo la órbita de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII). Un primer eje de trabajo apunta a la aceleración y atracción de startups nacionales y regionales, a través de asesoramiento metodológico y capital. Otra línea de trabajo se propone atraer fondos de inversión regionales para financiar, a través de llamados competitivos con fondos públicos, el desarrollo de esas startups. El tercer eje busca incentivar la instalación de laboratorios abiertos en disciplinas como inteligencia artificial o internet de las cosas. El programa se propone también acercar a los científicos al emprendimiento y finalmente pretende la creación de un campus de innovación en el entorno del Latu.

Más tarde, en un panel del mismo evento, Paganini habló de otro proyecto estratégico: el hidrógeno verde. La expansión de la producción sostenible —es decir, sin uso de combustibles fósiles— de ese elemento químico es considerada una línea de trabajo esencial para los objetivos mundiales de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. A partir de la combinación de hidrógeno verde con carbono se pueden producir combustibles sintéticos similares a los hidrocarburos fósiles. De a poco comienzan a multiplicarse los incentivos a industrias a transformarse a su uso.

Para Paganini, el país está “muy bien posicionado” para convertirse en un proveedor de hidrógeno verde gracias a que ya hizo una transformación de su matriz energética hacia fuentes renovables. “Ya descarbonizamos la generación eléctrica en un porcentaje muy alto”, destacó en el evento. Habló de la “hoja de ruta” que el gobierno está próximo a aprobar sobre hidrógeno verde para que los inversores privados tengan claro el panorama y evalúen la posibilidad de desarrollar proyectos alineados a la política nacional. En ese eje de trabajo dijo que hay buenas posibilidades a mediano plazo, “seis o siete años”.

Por otro lado, se refirió a un “piloto” de corto plazo, un fondo para apoyar proyectos de inversión de alcance doméstico, como hidrógeno para el transporte de camiones, para “inyectar en la red de gas natural”, o para fertilizantes verdes.

Además del Uruguay hub de innovación y el proveedor de hidrógeno verde, el gobierno pretende concretar una vieja obra de corte más tradicional. Al cumplir un año de mandato, el 2 de marzo de 2021, Lacalle Pou anunció ante la Asamblea General que avanzaban hacia la construcción de una planta potabilizadora en el Río de la Plata para solucionar definitivamente los problemas de calidad y cantidad de agua para el abastecimiento del área metropolitana.

El proyecto había ingresado bajo el formato de una iniciativa privada presentada por las empresas Saceem, Berkes, Ciemsa y Fast. La idea no es nueva. Es otro sueño recurrente uruguayo. De hecho, su principal impulsor es el actual gerente general de OSE, Arturo Castagnino, quien ya la había promovido hace más de 20 años atrás en su anterior etapa en ese mismo cargo, entre 1994 y 2005 (Búsqueda Nº 2.124).

El proyecto actual tiene un costo estimado de US$ 288 millones. Según el ministro de Ambiente, Adrián Peña, OSE está cerca de culminar la aprobación del proyecto técnico y poco después se realizará el llamado a licitación (Búsqueda Nº 2.198). Hasta ahora, los plazos se dilataron. De hecho, a principios de este año el mismo ministro anunciaba la licitación para el mes de junio, algo que no ocurrió.

El Uruguay hub de innovación, el productor de hidrógeno verde y el que potabiliza agua del Río de la Plata ya tienen su lugar en titulares. Alguna futura edición aniversario dirá si fueron parte de las transformaciones que cambiaron la línea de desarrollo del país o si entraron en el círculo repetitivo de proyectos y discusiones.

Información Nacional
2022-11-09T19:38:00