Uruguay hizo avances graduales por la preferencia popular frente a la “audacia” de los “grandes saltos” y con “muchos riesgos”

entrevista de Ismael Grau 
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Aunque se dice “hijo de la industrialización, no de la digitalización”, con sus lúcidos 92 años y una visión privilegiada de los sucesos ocurridos desde prácticamente la mitad del siglo pasado en Uruguay y el mundo, Enrique Iglesias destaca los progresos que hizo la humanidad, también en materia tecnológica, y al mismo tiempo se expresa intranquilo por el futuro: “¿El uso de armas atómicas podría ocurrir? No me atrevo a opinar, pero el ingreso en la imprevisibilidad abre puertas a esa gran preocupación”.

A su juicio, algunos peligros concretos, como el cambio climático y los “desafíos que se presentan para la sobrevivencia de la especie humana en el planeta”, no deberían quedar “librados a la decisión del poder económico puro de minorías empoderadas” y las representaciones democráticas tienen un papel que jugar. Al mismo tiempo, reconoce que la “mayoría de los partidos políticos se han suicidado en América Latina”.

Sobre la gradualidad de los cambios en Uruguay, piensa que es una opción tomada por la gente y no la ve mal: “Creo que nuestra ciudadanía prefiere un avance progresivo a un avance por grandes saltos. Lo primero es posible. Lo segundo tiene muchos riesgos que me da la impresión de que nuestro pueblo no los preferiría”.

Iglesias presidió el Banco Central del Uruguay (1967-1968), dirigió la Cepal (1972-1985), fue canciller (1985-1988), presidió el Banco Interamericano de Desarrollo (1988-2005) y fue secretario general iberoamericano (2005-2014). Desde Madrid, antes de empezar el diálogo, saludó a Búsqueda por su aniversario: “Recuerdo muy bien el impacto que tuvo para toda la opinión pública, la creación de un medio nuevo, mezcla de periódico y revista, serio y con aproximaciones que enriquecieron y enriquecen la información pública y el debate abierto y participativo. ¡Enhorabuena y muchas gracias!”.

—En setiembre, en una charla por el 90 aniversario de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración, se refirió a los últimos 75 años como una “etapa brillante” para la humanidad en términos de los avances económicos y sociales. De lo positivo, ¿qué destaca de este período?

—Mire usted. Es cierto que ha habido muchos conflictos, pero se ha evitado el holocausto nuclear y el estallido de una tercera guerra mundial. ¡Lo que no es poca cosa! La esperanza de vida aumenta 25 años, mientras que en los primeros 2.000 años de la era cristiana solo lo hizo en 20. La población se multiplicó por casi cuatro veces y la producción, por varias veces más, con lo que la pobreza que llegaba al 40% de la población está ahora en 10% con una población mucho mayor. Y sin olvidarnos de los avances tecnológicos y la multiplicación del comercio mundial, entre otras cosas.

—También dio un mensaje algo pesimista, o al menos de incertidumbre, sobre el futuro. ¿Qué le preocupa de estos tiempos y los que vienen?

—Es cierto. Y lo sigo estando. Usted dice correctamente incertidumbre. Los riesgos enfrentan horizontes y desafíos conocidos. La incertidumbre enfrenta lo imprevisible y ese es su gran desafío. ¿El uso de armas atómicas podría ocurrir? No me atrevo a opinar, pero el ingreso en la imprevisibilidad abre puertas a esa gran preocupación.

—¿También es optimista acerca de la civilización actual, donde predominan las empresas digitales y el ser humano de hoy es “hombre-teclado-pantalla”, como dice el filósofo y escritor italiano Alessandro Baricco?

—La era de la digitalización me genera una gran inseguridad. Entre otras cosas porque las nuevas tecnologías muchas veces me superan. Ciertamente se abren preguntas fundamentales sobre las relaciones humanas, sobre el funcionamiento de las relaciones sociales, sobre los valores de las nuevas generaciones o sobre la concentración del poder en nuevos actores. Campos todos abiertos a hipótesis que cuestionan las reglas en que ha vivido mi generación. Le recuerdo que soy hijo de la industrialización, no de la digitalización.

—En aquel momento las empresas más poderosas del mundo eran las petroleras y las guerras se daban por ese recurso; hoy las mayores corporaciones son tecnológicas, como Amazon o Google. ¿Cuáles serán los sectores líderes dentro de 50 años? ¿Qué motivará los conflictos en el futuro? ¿El cambio climático, el agua, las migraciones?

—Ya el mundo ha tomado nota de que hay poderes empresariales que son muy superiores a los de la mayoría de los países que hoy existen en el mundo. En ese sentido, hay creciente evidencia de lo que significa el cambio climático y los desafíos que se presentan para la sobrevivencia de la especie humana en el planeta. Le confieso que para mí estos y otros temas no pueden quedar librados a la decisión del poder económico puro de minorías empoderadas. La verdadera vigencia de la democracia, en la que creo, impone que se instalen poderes representativos de la sociedad toda, para regular y reglamentar las nuevas fuerzas que superan la capacidad de acción de la mayoría de los países y de la sociedad como un todo. Así es como lo veo.

—En ese contexto, ¿cree que están fallando los liderazgos? ¿Tienen futuro los partidos políticos como se concebían hace 30 o 40 años? América Latina parece crecientemente polarizada y con líderes que se desgastan rápidamente, y eso también se ve en Europa y en otras partes del mundo…

—Es una realidad lo que me dice. Yo creo que hay que admitir que la mayoría de los partidos políticos se han suicidado en América latina. Y los líderes deben surgir de los partidos, que son pilares insustituibles de las democracias tal como la hemos entendido siempre. También es cierto que hay momentos en la historia donde se dan coyunturas que cuentan con líderes clave capaces de incidir en las decisiones mundiales con buen juicio y visión de largo plazo. Hay otros períodos donde esos líderes iluminados no se hacen presentes. Yo no tengo una explicación clara de ambos fenómenos, pero sigo creyendo que partidos políticos sólidos son la base de liderazgos políticos sólidos.

—En su etapa en la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico, el Banco Central, la Cepal, la Cancillería uruguaya, el BID y la Secretaría General Iberoamericana, le tocó interactuar con decenas de presidentes, ministros, funcionarios de menor jerarquía, empresarios y otros actores de la sociedad civil. Le pido que destaque a tres líderes.

—Es una pregunta difícil. Comenzaría por excluir a los personajes que admiro y quiero y que me honran con una querida amistad hoy en día. Preferiría pensar en algunos nombres de quienes ya no están con nosotros como Israel Wonsewer, gran amigo y orientador de mi carrera profesional, Raul Prebisch, quien me hizo conocer una economía diferente a la que leía en los clásicos, o Wilson Ferreira, quien me hizo entender la política nacional y a querer al país y a su historia. Tan solo para darle una respuesta a su pregunta.

Enrique Iglesias durante el homenaje que se le riendiera en la Asamblea Genaral en el Palacio Legislativo en agosto de 2021. Foto: Javier Calvelo / adhocFOTOS

—El último informe Latinobarómetro planteó que los ciudadanos están “más empoderados que nunca”, que “abandonaron Macondo” y elevaron sus aspiraciones al integrarse a un mundo globalizado. ¿Esto cuestiona el rol del Estado?

—No lo creo. Precisamos un ordenador que nos represente a todos, que dirima los conflictos, que haga respetar el contrato social. Un mundo sin Estados sería un mundo viviendo en la jungla. Lo que no quiere decir que pueda haber otras formas de organización de la vida social y la convivencia y que quizá algún día los Estados sean reemplazados por otras formas de gobierno. Pero habría que empezar por consolidar un mundo globalizado y pacífico.

—Para Uruguay, ¿es un defecto o una virtud que el “social-estatismo batllista” sea “la religión oficial” del país, como dice el economista Javier de Haedo?

—Toda la organización institucional y política del mundo se hace hoy dentro de lo que De Haedo llama el “social-estatismo” en sus distintas variedades. Siempre he creído que es necesario un Estado capaz de establecer un gobierno con reglas aprobadas democráticamente por la ciudadanía y, al mismo tiempo, con capacidad de hacer frente a los problemas de la equidad, que es y seguirá siendo el gran desafío de la humanidad.

—Se dice que los consensos dan estabilidad al país, pero estos hacen muy graduales las reformas para atacar problemas ampliamente diagnosticados. La consecuencia es que la economía sigue creciendo, aunque a una tasa de largo plaza mediocre. ¿Ese es un equilibrio político saludable o Uruguay precisa más audacia?

—Yo me preguntaría si la audacia es realmente la opción que tomaría la mayoría en nuestro país. Creo que nuestra ciudadanía prefiere un avance progresivo a un avance por grandes saltos. Lo primero es posible. Lo segundo tiene muchos riesgos que me da la impresión de que nuestro pueblo no los preferiría.

—En Uruguay, en 1950 había casi ocho personas de entre 15 y 64 años por cada una de 65 y más, una relación que hoy es de cuatro y se proyecta que caerá a menos de tres en 2050. El envejecimiento poblacional se está abordando ahora al discutir una reforma de la seguridad social. Más allá de eso, ¿ve una agenda amplia que nos prepare para esta economía con menos activos, más automatización del trabajo y más adultos mayores?

—Está tocando un tema central de la humanidad toda. Es el envejecimiento de la población. Es un gran tema que me ha venido ocupando mucho en los últimos tiempos. Lo que no le extraña cuando recuerda mi edad. A mediados de siglo los mayores de 65 años se estarán acercando al 25% de la población total. Esto se debe tomar como un gran progreso, así la gente viva más tiempo no es un problema sino un desafío positivo. ¿Cómo incorporar políticas y oportunidades que permitan no solo asegurar niveles de vida decentes a los mayores, sino igualmente seguir aprovechándose de lo que puedan aportar a la sociedad? Con el plafonamiento de la población mundial a inicios de las próximas décadas, ese tema es central. Y estoy realmente feliz de que hoy empiece a ser analizado y considerado no solo por los técnicos sino también por los gobiernos. Pocos todavía. Pero los gobiernos no tendrán más remedio que tomar ese tema con ideas renovadoras.

  • Recuadro de la entrevista

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Economía
2022-11-01T11:59:00