A 22 años del fin de la dictadura, Gregorio Álvarez afirma que acatará los fallos de la justicia pero asegura estar “convencido “ de que “esto tiene una finalidad demagógica, ideológica y política”

entrevista de Iván Kirichenko 
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Hace 26 años, poco más de 20 oficiales generales de las Fuerzas Armadas lo designaron presidente de Uruguay. En sus manos tuvo todo el peso de la conducción del Estado durante el último tramo de la dictadura militar. Más de dos décadas después, con 81 años de edad, el teniente general (r) Gregorio  Álvarez ya concurrió a declarar como indagado ante la Justicia Penal y fue nuevamente citado para las próximas semanas, en causas por denuncias que lo involucran en presuntas violaciones a los derechos humanos ocurridas durante el régimen de facto. Su nombre figura en varias paredes pintadas de Montevideo, en las que se lo acusa de ser responsable por crímenes y algunos medios de comunicación han sugerido que su procesamiento es inminente.

Sentado frente a un escritorio de su casa del Parque Batlle, Álvarez reconoce que un procesamiento con prisión es una posibilidad y que, si así lo determina la Justicia, acatará el eventual fallo. “Voy a acatar. ¿Qué otra cosa quiere que haga?”, contestó ante una pregunta que le formuló Búsqueda durante una entrevista el martes 10.

Desconfiado y reacio a contestar —“¿usted está armado?” preguntó en un momento de la entrevista; más adelante, inquirió si el periodista tenía un segundo grabador, oculto—  Álvarez no quiso responder si ha hecho alguna autocrítica por su actuación durante la dictadura. Tampoco quiso opinar sobre medidas del gobierno que preside actualmente Tabaré Vázquez y advirtió que no quiere “presionar” a la Justicia.

Sin embargo, afirmó que se siente “tranquilo de conciencia” y acusó al Partido Comunista de lanzar “infundios” en su contra, en el marco de una campaña “política, ideológica y demagógica”, que a su juicio apunta más lejos que su eventual procesamiento judicial y que tiene por objetivo “que los jóvenes se avergüencen de los viejos”. Sobre esa campaña,  Álvarez dijo que podría ser una “nueva forma de enchufismo”. Según el diccionario de la Real Academia Española, “enchufismo” es una “corruptela política y social” que beneficia a quienes ostentan “cargos o destinos que se obtienen sin méritos, por amistad o por influencia política”.

Álvarez aseguró que los uruguayos tienen opiniones “encontradas” sobre el régimen militar (1973-1985). De cualquier forma, se rehusó a comentar ese período histórico porque —argumentó— no quiere “echar más leña al fuego”. Luego de la entrevista, explicó que dejará como “legado” sus “memorias” escritas para que sean divulgadas después de su muerte.

En otro orden, el ex presidente de facto aseguró que pretendió mediar para evitar la guerra de las Malvinas, iniciada el 2 de abril de 1982, pero que el entonces dictador argentino, Leopoldo Fortunato Galtieri, le dijo que no se preocupara, ya que las Fuerzas Armadas argentinas iban a “derrotar” a Inglaterra.

Lo que sigue son pasajes de la entrevista que Álvarez mantuvo con Búsqueda, 20 días antes de que deba declarar ante el juez penal Luis Charles en calidad de indagado por la causa del denominado “segundo vuelo”, que transportó detenidos uruguayos desde Buenos Aires hacia Montevideo en 1976. Por este mismo juicio también fueron citados a declarar ante el juez Charles y la fiscal Mirtha Guianze, el secretario de la Presidencia, Gonzalo Fernández, el comandante en jefe de la Fuerza Aérea, Enrique Bonelli, el ex comandante en jefe del Ejército, Carlos Díaz, y el ex comandante en jefe de la Fuerza Aérea, José Malaquín, entre otros.

Gregorio Alvarez se retira el 15 de junio de 2006 del estudio de su abogado en Montevideo. Foto: AFP

—Este mes se cumplen 25 años del inicio de la guerra de las Malvinas entre Argentina e Inglaterra. Usted era presidente de Uruguay en 1982. ¿Qué papel jugó su gobierno en esa guerra?

—Hace 25 años yo estaba ocupando el gobierno de facto de la República, cuando el gobierno argentino decide invadir las Malvinas para recuperarlas. Paralelamente, nos enteramos de que Inglaterra había dispuesto enfrentar la ocupación de las Malvinas, enviando una flota poderosa para recuperarlas. Inmediatamente, frente a esta probable colisión entre dos grandes repúblicas amigas, nos pusimos en contacto con la embajadora de Gran Bretaña en Uruguay, que era Patricia Hutchinson, y le manifestamos nuestra inquietud de buscar una solución a este conflicto. A las pocas horas ella nos contestó, de parte del gobierno de Gran Bretaña, que si Argentina paraba la invasión a las Malvinas, que todavía no se había consumado completamente, ellos paraban la llegada de la flota de Gran Bretaña, pero que todo este tema debía ser puesto a consideración de las Naciones Unidas. Inmediatamente, en el mismo día, dispuse que el general Pedro Aranco, acompañado por el embajador argentino en el Uruguay —para que le allanara el camino— viajara a Buenos Aires a hablar con el presidente de Argentina, con el cual yo previamente había hablado por teléfono para que recibiera a Aranco. Y en tres horas, fue y volvió. Habló con Galtieri y nos trajo la respuesta de los argentinos, que era que no me preocupara, que agradecía mucho la diligencia con que había actuado, pero que estuviera tranquilo que ellos iban a derrotar a las fuerzas inglesas que llegaran. Y ahí terminó este episodio. Lamentablemente, luego todos sabemos cómo terminó.

—Muchos dicen que Uruguay apoyó a Inglaterra.

—De ninguna manera. Nosotros lo que queríamos evitar era la colisión entre dos países amigos y queríamos que todo esto se llevara a las Naciones Unidas, para que allí se diligenciara como corresponde y no por medio de las armas.

—¿No es una medida de apoyo haber permitido el abastecimiento de naves británicas, como se hizo en el puerto de Montevideo?

—De ninguna manera. Acá no se apoyó a ningún país.

—Cambiando de tema, ¿cómo evalúa el proyecto de ley del gobierno para reparar a víctimas de la sedición?

—Sobre eso no debo expedirme, ya que está a consideración del Parlamento. Aparte, a pesar de que a mí no me corresponde ningún beneficio, no se olvide que a mi hermano lo asesinaron porque lo confundieron conmigo. Habían mandado asesinarme a mí, de manera que yo no quiero hacer ninguna consideración al respecto. Es una iniciativa del gobierno. Que siga su curso.

—Hay quienes lo han interpretado como un gesto de pacificación...

—...no conozco las intenciones del gobierno.

—¿No lo ve bien?

—No quiero expedirme.

—¿Cómo está enfrentando usted esta situación por la cual ya lo han citado a declarar a la Justicia y lo seguirán citando este año?

—Eso está en manos de la Justicia y la Justicia es la que se tiene que expedir. No quiero hacer consideraciones al respecto, como ha hecho el Partido Comunista únicamente, con infundios públicos, pintarrajeando los muros de la ciudad contra mi persona, y que ha sido acompañado en algunos casos por algunas instituciones ocasionalmente, y algunos ciudadanos conocidos, con una finalidad que no conozco, porque si tuvieran las pruebas las presentarían. Quizás sea una nueva forma de enchufismo.

—¿Qué significa “enchufismo”?

—Está en el diccionario.

—Usted dice que el tema está en manos de la Justicia...

—...no quiero presionar a la Justicia. No quiero hablar de la Justicia. Ellos me citaron. Yo voy a concurrir y voy a dar todas las explicaciones que demande la Justicia, pero no quiero públicamente dar una opinión ni entorpecer la actuación de la Justicia.

—¿Entonces usted ve que esto es estrictamente judicial?

—Mi opinión es muy personal, pero estoy convencido de que esto tiene una finalidad demagógica, ideológica y política. Aparte de mi persona, de buscar una sanción judicial contra mi persona, esto tiene una finalidad mucho más profunda, sobre todo dirigida a la gente joven de nuestro país, en todos los sectores.

—¿Se refiere a lo que dijo el general (r) Iván Paulós, sobre la expansión del marxismo a todos los sectores?

—Yo no comento lo que dijo el general Paulós.

—¿Pero usted qué opina? ¿Cuál es la finalidad que usted ve?

—Hay que desacreditar a la gente antigua que actuó en su momento, para captar a la gente joven. Esto es ideológico, político y demagógico. Es para que tengan vergüenza de los viejos. Eso es lo que se busca. Pero no responde a ningún movimiento, ni de la Masonería —porque se me adjudica que no voy preso por ser masón—, ni de los Tenientes de Artigas, ni de ningún otro movimiento. No pertenezco a ningún grupo.

—¿Usted es masón?

—De ninguna manera. A pesar de que varias veces me invitaron, desde todos estos grupos.

—Y quienes llevan adelante esta acción “política, ideológica y demagógica” y quieren que los jóvenes se avergüencen de los viejos, ¿están ganando esa guerra?

—El tiempo lo dirá. Las próximas elecciones lo dirán.

—Parece generalizado en la opinión pública uruguaya que la dictadura está muy mal vista. Claramente hay un rechazo...

—...es la finalidad que se persigue.

—¿Y usted cómo lo vive eso?

—No quiero calificarlo. Eso está en manos de la Justicia.

—Le estoy preguntando por el descrédito que tiene la dictadura en la sociedad uruguaya.

—Yo no entiendo que la mayoría de los uruguayos la haya descalificado. Eso es el eco de algunos periodistas, de alguna prensa, de algunas personas que salen a hablar. Yo no he hecho ninguna encuesta ni he interrogado a nadie.

—¿Y usted qué percibe que piensa la población al respecto?

—Las opiniones son encontradas.

—Cuando ya pasaron 22 años desde el final de la dictadura, ¿qué autocrítica se hace de lo actuado en ese período?

—Yo no quiero escribir la historia. No la quiero escribir yo, no quiero hablar de esos detalles.

—No le estoy pidiendo detalles, sino conceptos, si hubo una autocrítica.

—Son temas que no quiero tratar públicamente.

—El ex presidente Julio Sanguinetti lo ha señalado a usted varias veces como el jefe militar más reticente a la finalización de la dictadura, cuando las negociaciones de comienzos de los ’80...

—...pero no es así. Me remito al discurso que pronuncié el 1º de setiembre de 1981, cuando asumí como presidente. Mi discurso empezó así: “Las Fuerzas Armadas y el Consejo de la Nación me han designado para conducir el proceso de reconstrucción nacional en la etapa de su normalización institucional”.

—¿Y en el período posterior? ¿Usted cree que los militares cometieron un error al aplicar el “silencio austero”? Hay militares que opinan que fue un error y que eso dejó la cancha libre para que se instalara un único relato histórico.

—Habría que preguntarle a los gobiernos...

—Pero lo del “silencio austero” surgió de las Fuerzas Armadas.

—Yo ya estaba retirado en ese momento. No hubo ningún acuerdo en las Fuerzas Armadas para mantener silencio.

—¿Y usted, personalmente, por qué mantuvo el silencio?

—Porque no tengo derecho a hablar, a juzgar lo que hizo el enemigo, la subversión, el terrorismo subversivo de izquierda, y lo que hicieron las Fuerzas Armadas. No me siento facultado para opinar.

—¿Por qué?

—Porque no me siento facultado. Porque no quiero echar más leña al fuego. Quiero la paz para nuestro país.

Tres mujeres sostienen carteles alusivos durante una manifestación contra Gregorio Álvarez. Foto: AFP

—Varias personas, entre ellos militares, han opinado varias veces que las constantes citaciones judiciales no contribuyen a la paz. ¿Usted qué cree?

—Eso es un tema de la Justicia y de quienes han hecho las acusaciones.

—Pero la Justicia les da curso a las acusaciones. Y hay procesados. Está preso Bordaberry, también Blanco, hay varios militares presos...

—...hay acusaciones, sí. La Justicia entendió que eso era pertinente. Y los citaron. Y los procesaron. Problema de la Justicia.

—¿Y si lo procesan a usted? ¿Acatará el fallo?

—¿Y usted pretende que yo me insubordine?

—Yo sólo le pregunto.

—¿Usted me está incitando a que yo me insubordine?

—No.

—Sí, me está incitando.

—No. Yo le pregunto porque durante muchos años se dijo que ningún militar sería juzgado, y porque hace unos 20 años se votó una ley que según interpretaron las Fuerzas Armadas constituyó una garantía de que ninguno de sus miembros iría preso. Incluso varios militares habían dicho que no acatarían un fallo adverso de la Justicia. Lo que le estoy preguntando no es nada secreto ni es una opinión personal. Y usted fue protagonista de esa etapa histórica del país.

—Yo no participé en eso. Muchas gracias.

—Fue protagonista de la etapa histórica. Por eso pregunto: ¿usted va a acatar el fallo judicial en caso de que lo procesen?

—Voy a acatar. ¿Qué otra cosa quiere que haga? Muchas gracias.

—¿Cree que puede llegar a ser procesado?

—No quiero expedirme. Sólo quiero decirle que tengo mi conciencia muy tranquila. Estoy muy tranquilo con mi conciencia y con toda mi actuación. Muchas gracias.

Información Nacional
2022-11-02T11:36:00