Con el “buen anzuelo” de dos leyes que multiplicaron la superficie plantada y atrajeron megainversiones, Uruguay se hizo “país forestal”

escribe Ana Morales 
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Un país forestal de pequeño porte, pero que ya tiene un lugar en el mundo. Así como la carne uruguaya es reconocida en el concierto internacional, el sector forestal ganó visibilidad a medida que la cadena evolucionó hasta convertirse en la producción agropecuaria que recibió las inversiones privadas más grandes de la historia del país: Botnia (ahora UPM) en Fray Bentos, luego Montes del Plata en Conchillas y la segunda planta de UPM que está en sus etapas finales de construcción en Paso de los Toros.

Pero antes de la instalación de las fábricas de pasta de celulosa tuvo que crecer el área forestada, desde unas 50.000 hectáreas a principios de los 90 a más de un millón de hectáreas —6% de la superficie agropecuaria del país— en la actualidad.

“Capaz que ahora empieza a haber trabajo”, pensó Carlos Faroppa cuando en Uruguay se aprobó la Ley Forestal, en diciembre de 1987 y sus planes laborales —como ingeniero agrónomo con orientación en forestación recién recibido— se enfocaron en el país en lugar de proyectarse en el exterior.

Fue a partir de esa norma, basada en una anterior, de 1968, que la forestación tomó impulso en el país. “Uruguay planta, planta y planta” árboles bajo esta ley que tuvo “la bondad” de política de Estado, repasó en diálogo con Búsqueda Faropa, hoy al frente de la Dirección General Forestal (DGF) del Ministerio de Ganadería, y algunos años atrás, partícipe en el arribo y concreción del proyecto de la primera planta de celulosa de los finlandeses en el país (la exBotnia).

Para algunos empresarios del rubro, ni el más optimista podía haber imaginado que aquella ley iba a generar el desarrollo económico y social que se constata a 35 años de su aprobación. Faroppa admite que se emociona por la capacidad de “mirar tan lejos” de los legisladores y generar con “mucha cabeza” una herramienta con tanto impacto hacia el futuro. La misma relevancia le otorga a la Ley de Zonas Francas, de 1988, por su rol en la atracción de las megainversiones y en la modernización del país. “¿Cuánto del Producto Bruto Interno de hoy hay entre esas dos leyes?”, comentó con retórica.

En los años 90 Uruguay registró un fuerte crecimiento de las plantaciones. A principios de esa década se proyectaba que en el 2000 la madera se convertiría en el cuarto rubro exportable del país —después de la lana, la carne y el cuero— y en 1993 al sector con el potencial de ser “un buen anzuelo” para inversionistas extranjeros por los beneficios impositivos que se otorgaban.


A cinco años de aprobada la Ley Forestal comenzaba a vislumbrarse el desarrollo y crecimiento potencial del sector. Nota publicaba Búsqueda en agosto de 1993

Para 2022, se estima que el sector exportará más de US$ 2.300 millones, una cifra muy similar a la del complejo cárnico, y para 2024, con las tres plantas de celulosa operando plenamente, se prevé que los productos forestales pasen a ocupar el primer lugar del ranking, con ventas al exterior que superarán los US$ 2.900 millones.

“Hoy somos un país forestal en la medida que está toda la cadena formada y desarrollada, como pueden ser la de la carne o la agricultura. Hay una cultura forestal, hay conocimiento integrado a la cadena”, señaló Faroppa. Proyectó que las inversiones en el sector van a continuar porque “va a seguir evolucionando y agregando valor en la cadena hacia arriba, con nuevos procesos industriales y nuevos productos como los biomateriales. Hacia ahí, el sector no tiene límites para crecer”.

“Tenemos un sector forestal maduro, con tres proyectos de escala mundial. Ahora el desafío por delante es aumentar la transformación mecánica de la madera”, dijo a Búsqueda Nelson Ledesma, presidente de la Sociedad de Productores Forestales (SPF). Habló de los bosques de pino y eucaliptus de 20 y 25 años de crecimiento que están prontos para procesar y agregarles valor a través de la fabricación de productos terminados. En los últimos años, los rolos de pino fueron el segundo rubro de exportación del sector, con China e India como los principales clientes.

En la misma línea que Faroppa, hacia el 2050 Ledesma ve la oportunidad que pauta el crecimiento proyectado de la demanda de productos forestales a nivel global. Y se confiesa “fanático” porque el país pueda aprovechar la sostenibilidad de sus plantaciones como el diferencial que haga valer en el mercado internacional a través del desarrollo de productos de fibra de celulosa sustitutivos de envases plásticos y combustibles fósiles. “Ese es el inmejorable potencial para que Uruguay apueste a fortalecer este sector”, indicó.

Zona forestada en el departamento de Rivera. Foto: Ricardo Antúnez / adhocFOTOS

Inicio, plantas y puentes

Actualmente, el desarrollo forestal en el país genera al año un valor agregado de unos US$ 2.300 millones, lo que representa casi  4% del Producto Bruto Interno. Para fines de 2023 se estima que su peso en la economía trepará a 6%, con UPM 2 funcionando a pleno, según proyecciones de la consultora Exante.

A nivel geográfico, la forestación tiene tres grandes ejes: el litoral, como cuenca de celulosa; el centro-norte como un complejo industrial relevante desde Tacuarembó y Rivera complementario con la tercera planta de pulpa de papel en Paso de los Toros; y al este, el eje de Cerro Largo y Treinta y Tres, con procesos de transformación mecánica de la madera.

Rivera y Tacuarembó concentran las tres cuartas partes de las plantaciones de pino con destino a aserrío, y entre Río Negro y Paysandú se ubica la mayor parte del área de eucaliptus para producir pulpa de papel.

En materia de empleo, hoy giran en torno a los 25.000 puestos en toda la cadena. De ese total, 18.000 son directos, de los cuales casi la mitad se concentra en la fase primaria (silvicultura, viveros y operación de bosques de gestión y cosecha). Los otros 7.000 son trabajos indirectos o inducidos, relacionados con los servicios que rodean a toda la cadena. Con la puesta en marcha de UPM 2 el empleo en el sector dará otro salto.

Pero esa foto actual tiene una película atrás. Los primeros que comenzaron a invertir en el sector fueron capitales uruguayos, como la familia Otegui y medianos y pequeños productores que estaban en otros rubros en la década del 90 y se vieron atraídos por el régimen de promoción y subsidio forestal que daba el marco legal. Luego llegó la española Ence y a fines de esa década Weyerhaeuser, dos jugadores con los que Uruguay comienza a lograr visibilidad internacional (varios años después ambas forestales vendieron sus activos en el país).

Foto: Ricardo Antúnez / adhocFOTOS

Entonces el país exportaba principalmente productos forestales en bruto. Mientras las plantaciones crecían y se multiplicaban los aserraderos —algunos de gran porte como Caja Bancaria, la Compañía Forestal Uruguaya y la Forestadora y Maderera del Norte— la curva de madera disponible hacia adelante se expandía enormemente. Y con ello, como un espejismo —al principio— la posibilidad de una planta de celulosa comenzaba a dibujarse en el horizonte.

“A principios de los 2000 hicimos un estudio en la SPF y nos planteamos todos los horizontes de manejo de madera posibles. Pero no nos animábamos a poner una planta de celulosa, porque era un factor que dependía de inversores extranjeros y de una cuestión política. Nos parecía tan desmedidamente grande la inversión que no sabíamos si nos iban a mirar en esa posibilidad”, comentó Faroppa.

Con el diario del lunes, contó que en marzo de 2003 viajó a Finlandia (a poco tiempo de haber contactado a los finlandeses y haberles realizado algún informe como consultor independiente) y se percató de que el proyecto para Uruguay no era de proveeduría de madera, sino que el interés era instalar una planta de celulosa de última generación. Se trataba de un proyecto más grande del que en aquel entonces anunciaba el Grupo Ence y que finalmente terminó vendiendo a los actuales accionistas de Montes del Plata (la finlandesa Stora Enso y la chilena Arauco).

En octubre de 2004 el gobierno concedió a la finlandesa Botnia el derecho a explotar una zona franca en Fray Bentos y en febrero de 2005 la empresa obtuvo el permiso medioambiental para la construcción de una planta de procesamiento de un millón de toneladas al año a orillas del Río Uruguay.

Manifestación argentina contra la planta de Botnia. Foto: Javier Calvelo / adhocFOTOS

Fue entonces cuando estalló el conflicto entre los gobiernos de Argentina y Uruguay que llegó a la Corte Internacional de Justicia de La Haya y hasta contó con la mediación del rey de España. En paralelo, desde el 2006 pobladores y grupos ambientalistas de Gualeguaychú comenzaron los bloqueos del puente General San Martín, alternando piquetes y manifestaciones multitudinarias que mantuvieron cerrado el paso hasta poco después del 2010, cuando la Corte se pronunció y dictaminó lo que algunos expertos consideraron un “empate”: Uruguay había incumplido con el Tratado binacional del Río Uruguay al no informar y acordar con Argentina antes de autorizar la instalación de la papelera, pero la planta no contaminaba ni causaba perjuicios a las poblaciones limítrofes, por lo que no se encontraron motivos para ordenar el cese de su operación. “Eso fue como ganar el partido sin gritar los goles”, dijo Faroppa que tiene buenos y malos recuerdos de aquellos años “intensos” de “dolores de cabeza” que lo “enloquecían”, pero en los que sintió el apoyo de la ciudadanía, de los gobernantes y de los dirigentes sindicales.

Como ejemplo de aquel sentimiento, el ahora jerarca rememoró una semana de enero cuando estaba de vacaciones en Punta del Este y lo llamó Marcelo Abdala, entonces dirigente del sindicato de los metalúrgicos para conocer el proyecto de los finlandeses y lo llevó, junto a otros delegados de la construcción y de la madera, a recorrer las plantaciones en Soriano, Río Negro y Paysandú.

También recordó las “audiencias públicas informativas” que Botnia organizaba con centenares de pobladores interesados en conocer las etapas y el avance de la construcción hacia la puesta en marcha. “Eso fue muy innovador para la época: el mecanismo era mostrar, transparentar, informar, para generar confianza y funcionó. (...) Todo el proceso fueron cinco años, desde la idea hasta que se construyó y comenzó a operar. La obra se hizo en 30 meses, en los mejores tiempos internacionales”, se congratuló.

A 15 años de la puesta en marcha de la primera planta, Faroppa aseguró que cuando la planta quede obsoleta para la producción de celulosa se reconvertirá, migrando a otras tecnologías para otros fines por la capacidad instalada y el emplazamiento estratégico en el que se encuentra. “Ese punto sigue funcionando, hay mucho conocimiento, investigación, formación en su entorno; no puedo decir qué va a pasar en 300 o 400 años, pero los próximos 100 seguro que eso va a estar ahí”, afirmó, alegando que las plantas modelos en Finlandia, las modernizan cada 50 años y que la de Fray Bentos no sería una excepción.

El mismo camino es probable que siga el complejo industrial de Montes del Plata, operativo desde 2014 en Conchillas, Colonia, que produce 1,4 millones de toneladas de celulosa al año, y en algunas décadas las instalaciones de UPM 2, que desde junio está preparando su puesta en marcha con miras al primer trimestre del 2023. Con la operación de esta tercera planta Uruguay se posicionará entre los cinco principales productores del rubro en el mundo. Entre los tres megaemprendimientos se procesarán unos 17 millones de toneladas de madera al año y la producción de celulosa alcanzará a 4,7 millones de toneladas anuales cuyos principales destinos serán Europa y China.

Inauguración de la terminal de UPM en el puerto de Montevideo, octubre 2022. Foto: Daniel Rodriguez / adhocFOTOS

La evolución futura

Para Faroppa, “la posibilidad de una cuarta planta siempre va a estar” hacia adelante, si bien lo visualiza en un horizonte “lejano” porque el stock de materia prima está acorde a las operaciones actuales y “ajustado”, previendo que también está creciendo la cadena de transformación mecánica de la madera con aserraderos, plantas de tableros y laminados.

Destacó la inversión de Arboreal —que en 2021 compró el aserradero Frutifor en Tacuarembó—, donde instaló una planta de madera laminada de última generación. Los productos terminados de esa empresa se exportan para el desarrollo y construcción de proyectos de arquitectura sustentable (casas y edificios).

También mencionó la futura producción de dos plantas de laminados que se prevén en el eje de Treinta y Tres y Cerro Largo, que serán parte del proceso “virtuoso” de la madera en la zona.

Según Faroppa, el sector forestal “va a seguir evolucionando e invirtiendo hacia donde está apuntando, que no es solo celulosa”. A su juicio, la próxima etapa está inserta en la estrategia de bioeconomía del país, como lo demuestra el primer bono “sostenible” que emitió el país a fines de octubre por unos US$ 1.500 millones. Con ese título de deuda, que tiene una tasa de interés ligada al cumplimiento de dos indicadores medioambientales, Uruguay se compromete a la conservación del bosque nativo (unas 835.000 hectáreas) protegido por ley hace más de medio siglo, destacó.

Transporte de madera para exportación. Foto: Ricardo Antúnez / adhocFOTOS

El mismo desafío señaló el titular de la SPF. “El sector forestal encaja perfectamente en el cuidado de los recursos naturales. No hay duda de que las plantaciones forestales sostenibles son una cualidad de Uruguay, las certificaciones internacionales a las que estamos sometidos lo demuestran. En ese horizonte tenemos un sector que contribuye al cuidado de la biodiversidad y la lucha contra el cambio climático al ser el mayor captador de dióxido de carbono” del ambiente, afirmó Ledesma.

Para el empresario, el potencial de crecimiento está en diferenciarse por esas cualidades produciendo biocombustibles a partir de la lignina (parte del desecho de la industria de la celulosa) o incluso, más a largo plazo, los sustitutivos de los envases plásticos con nanocelulosa, biofilms, adhesivos, etcétera, que a nivel internacional se están estudiando a escala piloto en Europa, Estados Unidos y Canadá, principalmente. “Todo eso viene en camino. Ese es otro piso para agregar arriba al sector, donde no tiene límites y puede crecer al doble. No en expansión territorial, porque es muy difícil, pero sí en conocimiento e innovación. Para eso tenemos buenos convenios, apoyo y receptividad de Canadá, Alemania y Finlandia”, entre otros, comentó Faroppa, con entusiasmo.

De ese futuro prometedor, discursivamente el jerarca vuelve al inicio: la Ley Forestal como una política de Estado. Ese fue el hito a partir del cual Uruguay atrajo las inversiones de gran porte que lo hicieron visible en el mundo y que “modernizaron” y “transformaron” el interior del país, enfatizó. “Así como la carne internacionalmente tiene un sello, el sector forestal uruguayo ya tiene un lugar en el mundo, somos un país forestal, de pequeño porte, pero somos”, aseguró.

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2022-11-02T21:05:00