Nuestro compromiso con el lector

Nuestro compromiso con el lector

Editorial

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Editorial publicado en el N° 174, año 1983

En nuestra última edición publicamos una carta que nos dirigieron los Sres. Dr. Javier Barrios Anza y Manuel M. Singlet, secretarios de los movimientos Por la Patria y Nacional de Rocha, agradeciendo en nombre de sus agrupaciones la colaboración que estiman nuestro semanario les dispensó durante la campaña previa a las elecciones internas.

Se trata de una comunicación sumamente amable, que nos dio la satisfacción de saber que algunos de los protagonistas de la campaña han evaluado positivamente nuestra contribución informativa al éxito de la misma, y ello es doblemente por haberse tratado de una tarea que emprendimos con una conciencia muy nítida de la importancia del evento que procurábamos cubrir.

Al mismo tiempo, dicha carta contiene un elogio inmerecido a nuestra labor, que no sería justo que aceptáramos en silencio. Se califica allí, en efecto, de generosa la recepción que otorgamos a los comunicados de las nombradas agrupaciones políticas, cuando en realidad nada ni remotamente parecido a nuestra generosidad explica la hospitalidad que dimos, y seguiremos dando presumiblemente, a numerosos remitidos de grupos políticos. Un solo criterio gobierna nuestra actitud en tal sentido, el mismo, por otra parte, que rige toda la asignación de espacio disponible en nuestra publicación; que no es ni podría ser otro que el servicio al lector.

Así concebimos nuestro deber profesional. Quienes compran Búsqueda, y nuestros suscriptores a fortiori, son los dueños de nuestro espacio. Nunca daríamos acogida al comunicado de un partido por generosidad hacia él, porque aborrecemos la generosidad que se pretende ejercitar con recursos ajenos.

De tal manera, tenemos un concepto muy claro de nuestro compromiso. Cómo de bien lo cumplamos, es otra historia, que tiene que ver con nuestras numerosas flaquezas humanas. Pero sobre el contenido de nuestro deber, creemos tener ideas muy precisas.

No son las mismas, por otra parte, que han ido configurando una proporción considerable del periodismo escrito compatriota, afiliado como este ha solido hallarse a particulares colectividades políticas. Todos sin duda referimos nuestra labor hacia valores superiores análogos, entre los que se cuentan los intereses de la República; pero mientras otros procuran promover aquellos mediante el fortalecimiento, o la exaltación al poder, de algún partido, nosotros creemos hacerlo, sencillamente, sirviendo lealmente a nuestros lectores.

Ello abarca las dos vertientes de nuestro compromiso. De un lado, informar con objetividad; para ello buscar las noticias activamente, y filtrarlas profesionalmente; y reprimir toda tendencia de nuestras preferencias a inmiscuirse en el campo, esencialmente ajeno a ellas, de los hechos. Del otro lado, entregar al lector nuestras opiniones, nuestras creencias, sin retaceos ni dobleces. Es nuestra convicción que una prensa que cumpla esta función a conciencia, cada órgano desde su peculiar punto de vista, es un ingrediente indispensable en la vida de una comunidad libre.

No pensamos que la promoción de los intereses nacionales deba ocuparnos de manera directa. Con esto queremos decir que no creemos que sea de nuestra incumbencia distinguir entre las noticias convenientes e inconvenientes para dicho interés, y que debemos a nuestros lectores, sin más, todas las que entendamos merezcan crédito; ni que el deber nos conduzca a redactar nuestras secciones de opinión pensando en las consecuencias que cuanto escribamos pudiera surtir: con el fin de estimular, levantar el ánimo, o tonificar la moral del público. Cuando nos sintamos pesimistas, debemos escribir concordantemente. El pronóstico desfavorable, una vez instalado en nuestra conciencia, habrá dejado de pertenecernos. De alguna manera esta concepción se combina con nuestra alta estima de la división del trabajo, y de la cooperación espontánea que ella suscita en el seno de la sociedad. Podrá haber alguien llamado a transmitir al público conceptos invariablemente edificantes, y visiones del futuro permanentemente optimistas. No somos nosotros.

Nuestra deontología no es liviana, pero aceptamos ser juzgados por referencia a ella. Implica la renuncia de Búsqueda a embanderarse políticamente, de manera definitiva. Implica asumir la impopularidad que puedan revestir las propias opiniones, y soportar la estulticia de los que se escandalicen con ellas. Implica no tomar partido en favor ni en contra de un gobierno, ni de un gobernante, de modo global y de una vez por todas. Habiendo apoyado primero una gestión, implica el deber de dejar de apoyarla si en conciencia ya no se la cree conveniente. Aunque sea en el momento en que la gestión se derrumba, y haya que soportar la necedad de los que se rasgan las vestiduras hablando de una supuesta deserción nuestra. Implica, sobre todo, el supremo deber de reconocer los propios errores, y el de soportar la tontería de los que nos lo enrostren.

Nada de lo cual es fácil, pero no importa: vocaciones son vocaciones, y las recompensas del periodismo son, esas sí de verdad, muy generosas.