Teniente General Hugo Medina: si en las elecciones de 1971 el Frente Amplio hubiera ganado, no lo habríamos dejado asumir el poder

entrevista de César di Candia 
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La primera sorpresa fue que aceptara la entrevista sin vacilaciones. Cultivador de una imagen atemorizante, consecuente rehuidor (y a veces agresor verbal) de periodistas, el teniente general retirado Hugo Medina no resultaba ser de antemano, la persona más felizmente elegida para mantener una conversación varias horas.

La segunda fue su casa, sobre la calle Francisco Solano López que uno -habitual digestor de estereotipos y preconceptos- había imaginado con mayor relieve y que ubicada en una zona sin pretensiones de barrio residencial, puede confundirse con la vivienda de cualquier integrante de la expirante clase media nacional.

El tercer asombro lo constituyó la propia persona del teniente general. Desprovisto de su uniforme, obligado a las atenciones correspondientes a un dueño de casa, aquella persona de respuestas duras que llenaba de terror (y de rencor) a las plateas televisivas, había perdido el empaque y las iras como si se hubiera amansado bruscamente. Yo agregaría, con todos los respetos, que hasta parecía haberse humanizado.

Sé que voy a exponerme a la incredulidad cuando diga que en todo momento se mostró cordial, que ni aun en los momentos en que su tono recobró el matiz helado que el público conoce, se manifestó descortés, que durante tres horas compartimos cafés y confidencias, algunas no publicables y que -conmoción par los descreídos- se rió a carcajadas en varias oportunidades. En otras, que se podrán leer en este reportaje, lo relatado no daba ni para sonreír.

-General: tengo la impresión que usted tiene poca simpatía por los periodistas.

-No es tan así. No es que le tenga simpatía o antipatía al gremio de lo periodistas. Usted tal vez se refiera a esto porque mi trato con sus colegas a través de la radio o la televisión fue siempre un poco seco, un poco hosco. Pero tenga en cuenta que también pudo ser una actitud defensiva, que intentó cortar algún intento de ellos por llegar más allá de donde se debe llegar. Con esa técnica yo conseguía mis objetivos. pero le aclaro que no por eso he dejado de hacer amigos dentro del periodismo.

-Si yo tuviera que juzgarlo a usted, si la gente en general tuviera que extraer conclusiones sobre usted, a partir de lo que ha exhibido ante la prensa, tendría que definirlo y perdóneme la franqueza, como una persona de mal carácter, frío en el trato humano, gruñón, antipático. Sus diálogos con mis colegas eran cortantes y en más de una vez se trasuntó claramente su enojo y su incomodidad.

-Puede ser que sea la impresión que yo daba. Los que me conocen bien, seguramente no han de compartir sus conclusiones. Que muchas veces me sacaan de paciencia con las preguntas, es cierto. Que soy de genio un poco rápido, también es cierto. Pero eso es hasta ahí nomás. Digo las cosas y enseguida terminan. Lo que yo pretendía con los periodistas era establecer una barrera, si no cierta... como le voy a decir...

-... distancia.

-Eso es: cierta distancia que no diera lugar a alguna pregunta extemporánea. Lo que más me molestaba era la repetición de las preguntas, cuando en la misma conversación me volvían a interrogar sobre algo que ya me habían preguntado momentos antes.

-Eso se notó en varias oportunidades.

-Sí... (se ríe).

-Entiendo que para usted esa actitud tan seca de su parte constituía una especie de cerco de protección. Yo siempre creí además, que formaba parte de una máscara de dureza, que era una manera de mantener la imagen autoritaria del arma que usted estaba representando. Daba la sensación que para la forma de razonar y de planificar del Ejército, no se admitía que pudiera establecerse ninguna corriente de simpatía entre los periodistas y el Comandante en Jefe.

-Yo diría más bien que lo que no podía haber era una corriente de confianza. Ellos estaban haciendo su parte de trabajo y yo también estaba trabajando. No se olvide que yo no soy un político. No lo era ni cuando fui comandante ni cuando fui ministro de Defensa. Estaba cumpliendo una función de servicio. A veces hasta les hice algún chiste. Con ésto quiero decir qu ellegaba hasta ciertos límites, pero estos no permitían un trato más allá de lo correcto.

-Un trato confianzudo, diríamos.

-Ahí está: confianzudo. Esa es la palabra exacta.

Hugo Medina en julio de 1988, cuando era ministro de Defensa, junto a Julio María Sanguinetti. Foto: Centro de Fotografía de Montevideo

Autodefiniciones

-Usted me dice que para quienes lo conocen impresión que yo tengo no es la veraddera, pero como la parte de la ciudadanía que puede conocerlo íntimamente es naturalmente la menor, yo quisiera dar una real idea acerca de su persona. ¿Usted cómo se definiría? Ya me dijo que era de aguantar pocas pulgas.

-Sí, es cierto. Por lo demás diría que soy un hombre normal. No soy amigo de excesos, soy consciente de lo que debo hacer, respetuoso de quienes están trabajando. Soy además un profundo convencido que el profesionalismo dentro de las Fuerzas Armadas es una condición "sine qua non" para ir hacia adelante. Ahora, como hombre de relación, en el trato diario, converso con todo el mundo, conozco a la gente del barrio...

-¿Tiene mal carácter?

-No, porque lo domino. No me gustan las salidas fuera de lugar. Por suerte tengo un gran autocontrol.

-¿Tiene sentido del humor?

-Creo tenerlo. Las sátiras periodísticas, las bromas acerca de mí, me mueven más a una sonrisa -solo a una sonrisa- que a un enojo. Me divierto cuando me veo en alguna caricatura. Eso sí, no sé qué pasría si la tuviera que ver en público (se ríe).

-Es autoritario, ¿verdad?

-Por formación. Tenga en cuenta que a los quince años entré a la Escuela Militar y a los tres años de edad ya había hecho mi primera guardia. Mi padre era militar y yo desde chiquito lo acompañaba cada vez que entraba de guardia. La vida que yo conozco está siempre en el entorno de la vida del cuartel.

-Es decir, en el obedecer y ser obedecido alternadamente.

-Ese hecho que usted ha mencionado, el saber obedecer y ser obedecido, me ha permitido hacer una prolongada carrera dentro del Ejército y llevar las cosas a un grado tal, que no recuerdo haber tenido insubordinaciones. Problemas sí, tuve muchos.

-¿Calaboceadas?

-Fui pasivo de varias. Siendo cadete de primer año estuve tres meses sin salir de la Escuela Militar, cuando lo que se nos permitía de acuerdo a la orden 356, era salir cuatro horas una vez por mes.

-¿Qué había hecho?

-Nada. Faltas chicas. Tomaba mate, no le sacaba el polvo al ropero, fumaba en el salón de clase. Y fue la única vez que le di una contestación indebida a mi padre. Cuando fui sancionado, mi padre me llamó y me dijo: "yo le dije a usted que si quería seguir la carrera militar lo iba apoyar. Al terminar Preparatorios le pedí que lo pensara bien. Ahora le vuelvo a decir ¿Quiere seguir o no?" Y yo le contesté: "A mí no me dé consejos porque yo sé equivocarme solo". Me acuerdo de la frase porque enseguida que la pronuncié me arrepentí.

-Ese es el famoso genio pronto que usted admite tener.

-Me arrepentí y pensé: "yo no tengo derecho a decirle esto a mi padre". Respondiendo a su pregunta. Autoritario no me siento, pero por formación, sé cuándo se debeb decir "hasta acá" y no se da un paso más.

Tapa de Búsqueda del 7 de marzo de 1991

Un general machista

-¿Cómo es en el trato con sus hijos?

-Muy amplio, muy abierto. Tengo excelente relación con ellos. Uno tiene treinta y seis años y es contador, actualmente vive en Paysandú donde es gerente de Paylana. Mi hija tiene treinta y tres y es también prácticamente contadora. Trabaja en Planeamiento y su esposo tiene campo. tengo cuatro nietos, dos de cada uno de ellos.

-Mi esposa afirma que usted debe ser terriblemente machista y cuando supo que le iba a hacer esta entrevista me pidió que le ratiricara o no su opinión. ¿Es machista?

-Y sí... (se ríe a carcajadas).

-Tenía razón ella entonces.

-Tenía (se ríe). Aunque trato de razonar y darme cuenta que hay cosas que… en fin… Es cierto que la mujer ha venido progresando y ha ganado un sitial que no tenía antes, pero hay cosas en las que yo no transo. El desarrollo de los acontecimientos va llevando a la mujer a cupar otras posiciones…

-Por ejemplo a ser contadora, como su hija.

-Y sí… ella tiene todos los exámenes dados y le falta solo la monografía… Por supuesto que existen mujeres que se destacan. Habría que ser muy obtuso para no reconocer el valor de Margaret Thatcher, una gobrnante excelente, pero pienso también que se trata de una excepción. ¿Cuántos gobernantes de campanillas mujeres hay? No son muchas, usted tiene que contarlas con los dedos de una mano.

-Puede ser que esto ocurra porque los hombres no hayamos dejado a las mujeres acceder a los puestos de gobierno.

-Puede ser… puede ser… Fíjese el otro caso: las mujeres en los campos de operaciones. ¿Cómo va a hacer ir a una mujer a la guerra como están haciendo ahora? Yo me pongo en el pellejo de los generales americanos o israelíes cuando envían a una mujer a atacar y realmente…

-Usted ya se va a un caso extremo. Yo le hablo del rol normal de la mujer en la sociedad de este fin de siglo.

-Esta a la par de un hombre, es verdad… ¡pero no me gusta! (se ríe a carcajadas).

-¿Entonces qué hacemos? ¿Las dejamos en la cocina?

-De ninguna manera. Cuando hay una mujer capaz, lo voy a reconocer, pero eso no me saca la idea de que se trta de una excepción.

-De todo eso yo infiero que usted cree que el hombre es intelectualmente superior a la mujer.

-No es que el hombre sea superior a la mujer. Es que hay muy pocas mujers capaces de ponerse a la altura de una confrontación con los hombres. La mayoría de las mujeres están replegadas.

-¿Se automarginan?

-O se automarginan o son marginadas, no sé. Pero no salen a la palestra a establecer un enfrentamiento. La vida diaria demuestra que hay una cantidad de actividades que están desempeñadas por hombres en las que las mujeres no compiten y cuando entran a competir son pocas las que lo hacen con propiedad y capacitación. Algunas llegan ¿pero cuántas quedan por el camino? Yo no quiero parecer un prejuiciado, pero la mujer en su cas ay el hombre a lo suyo (se ríe a carcajadas).

Hugo Medina

Un padre analfatebo y peón de campo

-¿Usted es del interior, verdad?

-No, nací en Montevideo. Usted me asocia con el interior porque estuve mucho tiempo en Tacuarembó. Fui como alférez en 1950, regresé a Montevideo tres años, volví a Tacuarembó como Jefe de Regimiento y me afinqué definitivamente en Montevideo en el año 73.

-En realidad, el dato que yo tenía era que su padre había tenido un origen extremadamente humilde en el interior y que había permanecido allí mucho tiempo.

-Mi padre era de Treinta y Tres y mi madre de Flores. Yo pasé muchos años, mis vacaciones en este último departamento, e el campo de don José López Machado. Mi tío, el hermano de mi madre, era Jefe de Policía de Flores y yo iba mucho para allá. Desde mis ocho años hasta la adolescencia mis vacaciones fue- ron en la estancia de aquella familia.

-Alguna vez me dijeron que su padre era analfabeto.

-Mi padre hasta los dieciocho anos fue analfabe to. Era peón en una estan- cia de Treinta y Tres. Había tenido un origen oscuro porque en realidad era nie- to de un hijo natural del general Anacleto Medina. Mi abuela que fue quien le dio el apellido, se llamaba Presentación Medina y ha- bía tenido tres hijos: Dionisio, Catalino y mi padre. Dionisio muere peleando en la revolución de 1897, Catalino entra al Ejército como soldado yllega a sargento y mi padre se viene a Montevideo sin saber leer ni escribir, ingresa al Tercero de Infantería, se va de baja, entra a la caballería, llega a cabo se va de baja otra vez, regresa al Tercero de Infantería y alcanza el grado de Oficial. Eso le permitió dar a sus hijos una educación que él no había tenido. Yo me inicié en varias escuetas del interior y después hice el bachillerato en el Liceo Francés. Fijese todo lo que le brindó a mi padre la institución "Ejército". Le dio educación y le facilitó salir adelante hasta llegar a coronel.

–Quiere decir que a usted la vocación militar le viene desde muy lejos.

-Sí señor.

-Desde el general Anacleto Medina que murió en Manantiales peleando con unos palitos puestos en el arco de los ojos, porque dicen que de puro viejo se le calan los párpados.

-Y tengo otro ascendiente en las luchas de la patria. El bisabuelo de mi abuelo fue don Avelino Miranda, uno de los soldados de los Treinta y Tres. Y ese abuelo mío, el padre de mi madre, don José Ferrer, fue diputado y senador colorado por Flores, allá por principios de siglo.

- Entonces usted tiene una doble vertiente colorada.

-Es verdad. Yo salgo blanco por razonamiento. Puesto a estudiar historia y luego de enterarme de las reivindicaciones que buscaba Aparicio y de su gesta me hice blanco. Blanquísimo que empezó a quedar un poco de lado durante el proceso y a posteriori del proceso. El asunto fue que durante el proceso nosotros hicimos abstracción de las ideologías políticas de cada uno, porque se buscaba solamente la capacitación de las personas. Hoy me doy cuenta que ya no soy tan blanco como creía ser un tiempo antes. Lo que pretendo es encontrar al mejor hombre para mi país.

-Eso significa que llegado el caso puede votar a un colorado.

-Ya voté a un colorado. Mi blanquismo no me lo impidió. Siento que lo otro implica una obstinación partidaria que no conduce a cosas buenas. Sigo siendo blanco, pensando como blanco y depositando mi admi ración en el ideario y taracción de Aparicio Saravia pero eso no quiere decir que llegado el momento de po ner mi voto, deje de elegir el mejor hombre donde quiera que este.

-Me llamó la atención de acuerdo a su relato, que tratara a su padre de usted. ¿Eso formaba par te de la rigidez militar? ¿No traía consigo un distanciamiento?

-Nada de eso. Yo tenía con mi padre absoluta y total confianza y encaraba con él cualquier tema. Pero tam- bién le tenía un profundo respeto. Yo fumé delante de él recién después de ser Alferez. A raíz de este he- cho él mismo me regaló una cigarrera. Yo le di las gracias y él agregó: "si se la di es para que la use". Usted no sabe lo que me costó encender ese primer cigarrillo en su presencia. Yo lo quise mucho a mi padre. A veces cuando estaba arrestado en la Escuela, me iba a visitar y me llevaba tabaco y hojillas pero nunca admitía que fuera una iniciativa suya. Siempre me decía: "Esto se lo manda su madre".

-También me asombró el hecho de que usted acompañara a su padre a los tres años en las guardias del cuartel.

- Eso no es una singularidad mía. Antes era muy frecuente que los chiquilines fuéramos a estar con nuestros padres en las guardias o en las maniobras.

Para los que sentíamos la vocación, aquello era como una cosa natural. Había un grupo en la Escuela de Armas y Servicios que estaba integrado por el hijo menor del General Rivas, el hijo del General Michelini, que luego fue cuñado de Cer sósimo, el Presidente del Hipotecario y dos hijos del General Bentancour, que ya de gurises chicos íba mos a la Escuela a montar a sió caballo y a aprender cosas La de la vida militar. me bre

-¿Pudo haber sido feliz una la vida de un niño some tido desde tan pequeño a las asperezas de la voca- ción militar?

-Por supuesto que sí. Yo a estaba en una línea me- dia... creo que nunca me he puesto a meditar bien sobre esto que ahora sale a luz... Era un poco muchacho de campaña y otro po co muchacho de Montevi- de, Acá, era el más "canario" de todos y allá el más pueblero. Nosotros siempre vivimos en las afueras de la capital. Un tiempo frente al Instituto de Ciegos y otro por Punta de Rieles. Todos los días iba a caballo.con mi padre hasta la Escuela de Armas y desde allí cruzaba a la escuela que estaba en frente. Hasta la ropa escolar guardaba en el armario de mi padre, no en casa. Le reitero que siempre estuve como medio desubicado. No era ni del campo ni de la ciudad. En "Don Segundo Sombra" un muchacho dice refiriéndose a otro en condiciones parecidas a las mías: "vos sos un cajetilla agauchado" y el otro le contesta: "y vos un gaucho acajetillado”.

-De esta charla se desprende que existía una vinculación muy estrecha y muy interdependiente con su padre.

-Es la verdad. Yo admiré permanentemente a aquel hombre que a los dieciocho años no sabía leer ni escri- bir y pocos años después les ganó varios concursos a sus compañeros de armas. Era un individuo de una tremenda tenacidad para todo.

El recelo entre militares y civiles

-¿Esa tenacidad ha sido parte de su herencia?

-Yo he heredado su tesón, pero también la obsesión por ser claro y franco. Las medias palabras nunca me gustaron. Creo que es una condición de todo hombre bien nacido.

-¿Cómo fue su carrera?

-Rápida hasta que llegué a Teniente Coronel. Allí se enlenteció porque estuve dos años sin concursar.

-¿Por qué?

-Porque yo sabía que si ascendía a coronel mi des- tino iba a ser la bolsa, es decir quedar sin destino y quise dilatar ese momento. Cuando llegué a coronel me surgió la posibilidad de ir como Jefe de Estado Mayor a la Región Militar 3. En mi vida militar he tenido grandes satisfacciones. Mi carrera como oficial subalterno la hice en Caballería 5 en Tacuarembó. Después vine a Montevideo, hice dos años en el IMES, uno como instructor y luego volví a Tacuarembó como Jefe de Regimiento. En ese pasaje por la capital compré esta casa que al irme alquilé a algunos compañeros de armas.

- ¿Usted ha percibido en su vida de relación ese recelo mutuo que parece haber existido siempre entre militares y civiles?

-Tendría que hacerle un poco de historia. Ese recelo, ese distanciamiento mejor dicho, lo viví en Tacuarembó. la misión nuestra en la frontera era la represión del contrabando. Tengo computados tres años y tres meses viviendo en ranchos y car pas como oficial subalterno combatiendo el contrabando. Es lógico entonces que los vecinos que vivían de eso o se beneficiaban con eso, tuvieran prevención contra nosotros. Y en la ciudad de Tacuarembó ese distanciamiento se mantenía, aunque no tan virulento como el otro. En la familia de mi novia, que hoy es mi mujer, habia una es pecie de rechazo contra mi por mi condición de militar.

Después de las inundaciones del 59 esa prevención contra nosotros cambió. El Regimiento apoyó a los evacuados y se convirtió en el centro neurálgico de apoyo a los damnificados. Se compartieron con ellos viviendas, ropas y alimentos.

-Usted me habla del recelo de los civiles con los militares, pero no se reflere al de los militares contra los civiles.

-Ese recelo era mutuo. Desapareció cuando nos empezamos a conocer unos a otros.

-Pero continuó latente porque después vinieron los años finales de la década siguiente y los que trajeron el golpe de Estado, en los que se volvió a notar con mucha mas fuerza.

- El recelo del golpe de Estado estuvo orientado unilateralmente y no por toda la población sino por una parte: los sediciosos y el Partido Comunista. Con el resto no hubo problemas.

-No me diga eso, general. El resto de los Partidos Políticos y la masa ciudadana, salvo excepciones, se alineó contra ustedes.

-En la etapa final. Al principio no daban abasto las manos para aplaudir. En los años finales sí, sentimos fuertemente el rechazo.

-¿Usted alguna vez lo sintió en carne propia, a través de alguna escena de violencia?

-No. Es decir, sí. Hace unos años, en diciembre de 1986 cuando se estaba tratando la Ley de Caducidad me rodearon la casa y empezaron a gritarme cosas.

-¿Quiénes?

-Ahí enfrente hay un club del Frente Amplio y más allá otro del "26 de marzo". Me insultaron, me dijeron de todo. Viví momentos muy molestos. Pensé en salir, pero mi mujer no me dejó. Entonces le dije: mirá, si no me apedrean la casa mientras sean gritos nomás, no salgo. Pero si llegan a apedrear...

-¿Qué hubiera hecho?

-Seguro que le habría pegado un tiro a alguno, porque me habían sacado de paciencia.

-Ahi si que se hubiera armado gorda.

-Bueno, sí ¿pero acaso tienen derecho a hacer eso? Yo pienso que no. Llamé a la policía, vinieron y se arregló la cosa por fortuna. En circunstancias parecidas nunca pasé a mayores. Mas bien me he ido en amagues, nomás.

Tanques rodean el Palacio Legislativo en la mañana del 27 de junio de 1973. Foto: Aurelio González, Centro de Fotografía de Montevideo

El rol de las Fuerzas Armadas

-A tal punto existe el rechazo del civil hacia el militar que no son pocos los que sostienen que las Fuerzas Armadas no deberían existir, que lo que debería haber es una Guardia Nacional como en Costa Rica. Hace un tiempo el doctor Enrique Tarigo esbozó una posición por la cual los efectivos de las Fuerzas Armadas tendrían que ir gradual mente terminándose.

–Con el respeto debido, hay que conocer las cosas para hablar de ellas. La palabra respeto la refiero a Tarigo por quien siento una particular estima. Recuerdo esas manifestaciones. Cosa Rica, con la que se llenan a boca, no tiene Ejército mero tiene un cuerpo de Policía con más armamentos que el Ejército nuestro.

Le cambiaron el nombre, nada más. José Enrique Rodó en uno de sus geniales escritos, decía que era una desgracia que hubiera pueblos que tuvieran que basar su derecho a existir en la buena voluntad de los demás y agregaba que hacen alta unas Fuerzas Armadas que garanticen la independencia y las fronteras. Si nosotros no tuviéramos Fuerzas Armadas capaces de Cumplir esas funciones estaríamos dependiendo de a buena voluntad de Brasil Argentina.

-¿Y usted piensa que nuestras Fuerzas Armadas tienen capacidad como para sostener un mínimo enfrentamiento con cualquiera de esos dos países?

-El hecho de que no podamos derrotarlos en un enfrentamiento mano a mano, no impide que podamos oponer la resistencia necesaria para que el liado llegue en tiempo y os ayude a rechazar al invasor.

-Usted cuenta con un aliado hipotético que de repente no existe.

-Yo cuento con el aliado natural que tienen los pueblos chicos. Por eso es que soy tan ferviente defensor de la situación de Kuwait. Este país fue invadido y recibió el apoyo de las Naciones Unidas.

-He descubierto a un optimista. Me está diciendo que en el Uruguay va a aparecer petróleo.

-Y puede ser.. (se ríe). El padre Améndola afirmó hace años que en el Uruguay había petróleo.

-Me dijo recién que cuando los militares dieron el golpe de Estado del 73, las manos no eran suficientes para aplaudir. Es una apreciación subjetiva obviamente porque aplausómetros para medir el entusiasmo popular no habla.

-Pero el apoyo se puede medir contando a la gente que concurrió a la convocatoria del Presidente Bordaberry. Veinte personas.

-En esa oportunidad los Partidos políticos o la mayoría de ellos mantuvieron una actitud de prescindencia que equivalía a dejar al Presidente solo.

-Es que ya estaba solo. Había un vacío del poder en el país que fue llenado por la intervención nuestra. La única que no acompañó inicialmente fue la Armada, pero la Fuerza Aérea y el Ejército tomaron la bandera.

-¿Le causa real del golpe fue ese supuesto vacío de poder o la negativa del Parlamento en desaforar al Senador Enrique Erro para que fuera juzgado?

-Esa fue la gota que desbordó el vaso, el detonante que hizo que se saliera a la descubierta. Un golpe de Estado no se gesta de un día para otro, se va forman- do lentamente una conciencia colectiva. Y yo me he preguntado muchas veces si esa conciencia nació dentro de las Fuerzas Armadas espontáneamente o nació dentro de la sociedad la que fue imbuyendo a los militares de la necesidad de dar ese golpe de Estado. Mire: sin ser la misma cosa ni por el estilo, a mi me preguntan con una frecuencia mayor a la debida que estamos esperando hoy los militares para hacer algo..

-¿Y usted que les contesta?

-Que habiendo libertades y viviendo en un régimen democrático aunque con sus dificultades, eso no corresponde, que no hay que andar con ideas peregrinas.

¿Fuerza de la razón o razón de la fuerza?

-La raíz de todo parecería estar en esta pregunta: ¿en base a qué derecho o a qué principio doctrinario las Fuerzas Armadas se ven en la obligación de llenar ese vacío de poder?

-En base a una ley no escrita. Cuando se produce un vacío de poder lo llenan las Fuerzas Armadas por que constituyen la única organización coherente con jerarquía que puede decir "yo mando y los demás obedecen". Las Fuerzas Armadas tienen un sistema sustentado en la disciplina y el orden. Y además, tienen la fuerza.

-Entonces debo entender que el concepto de fuerza está por encima del concepto "razón".

-Puede ser que sea así... puede ser que sea así... Pero sin razón y sin apoyo popular, nadie da un golpe de Estado. Es muy difícil encontrar un país en el que las Fuerzas Armadas hayan tomado el poder sin que el pueblo las haya incitado.

-Tengo apuntada una pregunta porque los hechos en aquel momento dejaron muchas dudas y nunca fueron aclarados. Los comunicados cuatro y siete marcaron una línea política absolutamente distinta a la que el Ejército siguió después. Incluso desconcertaron a gran parte de la izquierda con promesas progresistas que nunca se cumplieron. La Izquierda reaccionó y llegó a declarar que "el enfrentamiento no es entre pueblo y Ejército sino entre pueblo y oligarquía", insinuando ponerse al lado de las Fuerzas Armadas si estas realmente atacaban la oligarquía. ¿Esos comunicados se redactaron deliberadamente con la intención de desarmar a la izquierda o fue algo casual?

-Para hablar con propiedad tendría que haber vivido de cerca esos momentos y estar entre los que cocinaron la cosa, los que redactaron los comunicados cuatro y siete. Conozco a varios de los que participaron en esa tarea. Era amigo de Ramón Trabal un hombre de excepción. Nunca tuve ningún atisbo de nada que me permitiera pensar que había un plan preconcebido para buscar la adhesión de la izquierda. Lo que se quiso poner fueron los propósitos reales de las Fuerzas Armadas, sus objetivos que s se plasmaron primero en un comunicado y luego, a cuando se dieron cuenta que se habían quedado cortos, en otro. Conocí mucho también a otra persona igualmente fallecida a quien respeto enormemente el Brigadier Borad que colaboró en la redacción de esos comunicados y no era hombre de argucias. Pienso que esos comunicados fueron escritos con sinceridad.

-Gran parte de la izquierda experimentó algo parecido a la fascinación y se aferró a esos concepto creyendo que así evitaba lo peor. Puede haber ocurrido también que esa hubiera sido una estrategia para la sobrevivencia.

-Eso es lo que le iba a decir. Yo me permito hacer el razonamiento inverso. La izquierda se sintió no atraída sino encantada con lo que estaban diciendo los militares y como siempre les ha gustado subirse al carro del que va a ganar y siempre están prontos para llegar al poder de cualquier forma, dijeron "acá está nuestra oportunidad para llegar. Vamos a agarrar a estos chorlitos y nos colocamos bien arriba a costa de ellos". Les salió el tiro por la culata. Ni o siquiera les sirvió treparse en el furgón de cola. Por lo que pude apreciar en aquel momento, ellos querían sacar una tajada.

-Seguimos sin saber la causa por la cual la mayoría de los partidos, por no decir todos, dejaron a Bordaberry librado a su suerte sin prestarle ningún apoyo cuando sostenerlo era lo mismo que salvaguardar la legalidad. Ferreira Aldunate llegó a pedirle la renuncia para hacer un llamado a elecciones seis meses más tarde.

-Lo que quería era ganar la elección posterior... Le voy a decir algo: el Ministro de Ganadería y Agricultura, Benito Mederos, se pasaba exhortándonos a ver cuándo dábamos el golpe de Estado (se ríe a carcajadas). Ahora bien: yo de ese período, aunque parezca extraño, tengo información, pero no de primera fuente. Era coronel y Jefe de Estado mayor en la región 3, con el general Chiappe Posse.

-El general Chiappe cayó en desgracia enseguida.

-Sí. Cuando se empezaron a reunir los generales para estructurar la táctica a seguir, en esas conversaciones se produjo un enfrentamiento porque Chiappe estaba dispuesto a acceder al cargo que fuera necesario, pero sin perder n el mando de las tropas. Estaba fresco aún el ejemplo a argentino en el que Comandante sin tropa era como un leño a la deriva. Cuando el lío con Chiappe, yo le i-respondí a mi mando natural en ese momento que era el general Cristi. Yo siempre sentí una especial admiración por Cristi.

-Tal vez porque era un hombre muy a su medida, en cuanto al ascetismo y a la rigidez de determinados principios.

-Para calibrar a Cristi uno se queda sin ejemplos. Es. un señor que tuvo dos oportunidades para llegar a ser Comandante en Jefe y las dos las rechazó. Cuando. llegó el momento de su retiro pudo haberse quedado pero prefirió irse. El y el general Eduardo Zubia marcaron una línea indicando que el Proceso no era de ningún hombre sino de todas las Fuerzas Armadas. Después de ellos nadie se animó a quedarse con el mando.

Explicación de la guerra sucia

-Y por que tomada la determinación de combatir el terrorismo, las Fuerzas Armadas no utilizaron los conceptos tradicionales de la guerra y optaron por los métodos de la guerra sucia?

-(Silencio) Bueno... (suspiro) La lucha contra el terrorismo se empieza a dar de una manera un poco desordenada. No hubo una decisión formal de volcar- se hacia la guerra sucia. Nadie lo quiso, resultó algo que fue surgiendo insensiblemente. Creo que definir a posteriori un hecho es mucho más sencillo que definirlo en el momento en que está surgiendo. Nadie. pensó que nos encontrábamos embarcados en la guerra sucia. Había que conseguir información rápido, porque eso era vital. Hubo principios a los que siempre nos ajustamos, a pesar de que un poco prejuiciada la gente a esta altura pueda ponerlo en duda. Yo lo dije en un reportaje televisivo que me efectuó su colega Never Araújo: acá hubo cinco mil presos. Aplicando criterios que no eran los nuestros pudo haber habido cuatro mil muertos y no los hubo. Los muertos fue- ron muy pocos. Se les capturaba, se les sometía a interrogatorio, se les sacaba información y se les enviaba a la Cárcel.

-Usted habla de pocos muertos como si eso fuera un mérito. El hecho es que los hubo y justamente eso es lo trágico.

-Pero era una guerra... era una guerra... como ahora que están bombardean- do poblaciones civiles y matando gente..

-Perdóneme general. Una cosa es morir en un enfrentamiento o en un campo de batalla o como consecuencia de una acción bélica y otra fallecer en una tortura.

-Es. Y lo que le voy a decir lo he pensado mucho por que me ha obsesionado mucho. Creo que ninguna de esas personas murió por voluntad del matador, por el hecho de ir a interrogar con la intención de ultimar. Murieron por exceso, porque a quienes interrogaban se les fue la mano. Por la continuidad del apremio o por la prisa. No se Olvide que habla información que tenía que salir a minuto porque de ella podía depender la vida de un camarada o de un grupo de camaradas. Se dieron varios casos de esos y la experiencia decía que no era aconsejable esperar. Por eso se produjeron esos hechos.

-Verdaderamente me resulta muy difícil razonar como usted.

–Es que usted y otras personas, sentadas en sus escritorios, con el cafecito al costado se ponen a pensar en eso y a acumular agravantes, ya que atenuantes es dificilísimo porque no los hay, y terminan colgándoles a los interrogadores el sayo de torturadores y sádicos cuando de pronto no lo son. Simplemente apremjaron porque las circunstancias se lo impusieron.

-Nunca tuvo cargos de conciencia por todo eso?

-No.

-¿Usted cree que las Fuerzas Armadas cumplían con su deber?

-Entiendo que sí. Hoy el país está funcionando. Si hubieran ganado los tupamaros no se lo que estaría pasando.

-A todo esto sobre lo cual se ha extendido creo que por primera vez, es a lo que se refería aquel comunicado de las Fuerzas Armadas cuando hablaba de "la pérdida de los puntos de referencia"?

-Sí. Eso se colocó en una carta que se le hizo llegar al Presidente Sanguinetti, en la que todos los generales hacemos un análisis exhaustivo de las circunstancias. La firmaron los tres Comandantes de las tres armas. Esta carta fue leída por el propio Presidente a los representantes de todos los partidos políticos. Se decía que se reconocía que se habían perdido los puntos de referencia pero que también se reconocía la necesidad de proteger al subalterno. La cosa es clara: o usted deja al subalterno librado a sus propios medios y tiene una res- puesta como la que dio el Ejército argentino, o usted los defiende. Nosotros los liberábamos de cargos. Decíamos que no teníamos inconvenientes en ser juzgados nosotros, pero no les subalternos.

-Eso implica una adhesión a la teoría de la obediencia debida.

-Eso se desprende de la teoría del mando. Usted no puede un día decirle a un hombre: "teniente o capitán o cabo consígame de inmediato información sobre esto". El hombre apremia, tortura, mata y trae la información. A la vuelta de los años no puede ir y decirle: "mirá muchacho, las cosas se han dado vuelta, en aquel momento te dije que me consiguieras Información, pero ahora arreglate con la Justicia como puedas". ¿Cómo le va a responder ese hombre en el futuro? ¿Qué puede pensar el camarada que lo ve a usted actuar así? ¿Es una posición digna de los generales? No. Si usted dio la orden, debe respaldar a quienes la cumplieron.

Foto: Centro de Fotografía de Montevideo

¿Hubo una estrategia continental?

-Voy a hacerle una pregunta meramente conceptual. El golpe de Estado uruguayo coincidió con varios más llevados a cabo en Latinoamérica. ¿Hubo una estrategia concertada o todo se debió a la casualidad?

-Creo que fue la casualidad. Vamos a dejar las cosas claras. Yo he escuchado, como es lógico una cantidad de versiones, de doctrinas y de ideas acerca de que el golpe de Estado del año 73 fue orquestado por los Estados Unidos. Yo no lo creo.

-¿Puede afirmario con total propiedad?

-No tengo nada que me haga decir ni queé si ni qué no. Pero conociendo a nuestro Ejército y a los acontecimientos que se sucedieron acá, llego a la conclusión, los Estados Unidos no pueden haber determinado que el Parlamento se opusiera al desafuero de Erro.

-¿Ustedes tenían pruebas concretas contra el senador Enrique Erro o eran simples presunciones?

-Teníamos pruebas. Y contra el diputado Ferrer también. Ahora Erro es héroe porque la literatura lo ha convertido en eso.

-De cualquier manera, general así como usted reconoce que se ha torturado para recabar información capaz de salvar la vida de sus compañeros de armas, también dice que luego se les enviaba a la cárcel. Hubo muchas circunstancias en las que también la cárcel se constituyó en sí misma en un mecanismo de tortura que duró muchos años.

-También he escuchado eso. En el Penal de Libertad se vivía un régimen de cárcel militar. Dicen que si los presos iban en una formación y miraban para el costado eran sancionados. En ninguna formación se puede mirar para los costados. Dicen que se les sancionaba cuando hablaban. Bueno, cuando se da la orden de guardar silencio nadie puede hablar. No quiero justificar todo, pero hay que cuidarse para no manejarse con preconceptos ni con estereotipos.

-No creo manejarme con preconceptos ni con estereotipos cuando le digo que en determinados lugares de reclusión hubo rehenes...

-Nueve rehenes..

-Nueve rehenes sometidos a condiciones de vida infrahumanas, viviendo años incomunicados dentro de aljibes, lugares parecidos.

-Marenales, Sendic. Wassen Alaniz creo, tupamaros de primera línea que estaban organizando un mando paralelo dentro del penal y se les sometió a un tratamiento especial dentro de las unidades para evitar alguna acción que les permitiera ser liberados. Las condiciones eran severas, si. Yo los vi cuando estuve en Paso de los  Toros Allí estaban Rosencoff uno que es literato. Engler...

-También hubo muertos como aquellos cinco que aparecieron en el camino Maldonado al día siguiente de la muerte violenta de Trabal. Ahí no  hubo excesos buscando información. Simplemente se les asesinó. 

-Por supuesto que eso no tiene nada que ver con  la información. Eso fue una  reacción... un gesto.. un lamentable gesto si a usted le parece. No estoy asumiendo la defensa de todos y cada uno de los actos  cometidos aunque también  pienso que hay individuos  que pudieron haberse equivocado. Pero se equivocan  los individuos y no las Fuerzas Armadas y cuando llega el momento de criticar, de enrostrar, se ensucia a  todos, porque al que o a los  que cometieron los desaguisados, no se les puede  identificar. Si un individuo es acusado de tortura o muerte el responsable es él por haberse pasado de la raya. De acuerdo al razonamiento que le hice antes, si ese individuo no es encontrado con las manos en la masa es muy difícil comprobar lo que ha hecho. No se puede tener ni esto de duda. Son innumerables los casos de personas que dentro de las Fuerzas Armadas  han sido separadas de sus cargos por tomarse atribuciones indebidas, incluso oficiales, por el sistema de los Tribunales de Honor o de la Justicia Militar.

Tumba de Vladimir Roslik en San Javier, Río Negro. Foto: Centro de Fotografía de Montevideo

La muerte de Roslik 

-Como el derivado de la muerte del doctor Roslik. 

-Exactamente. En San Javier, Roslik muere por apremios, no cabe duda.

-Ahí el jefe era usted. 

-Yo era el Jefe de División. El Jefe estaba en el  cuartel y no estaba presente en el momento del hecho. Estaba presente el Segundo Jefe y dicen que todos los oficiales. Pero alguno debe haber quedado  afuera porque aquello es  tan chico que seguramente  todos no cabían. Como resultado, todos pasan a la Justicia y el Jefe es condenado por omisiones en  el servicio y el Subjefe también.

-Yo no entiendo mucho de jerarquías militares, pero se me ocurre que en definitiva el responsable es el oficial superior, en este caso, usted: ¿Quién dio esa orden? ¿Usted mismo?

-No. Yo no di esa orden por una serie de razones. Ni siquiera estaba enterado de la detención. Se estaba buscando un embarque de armas, después resulto que el problema ya había sido estudiado por la misma división sin que se hubiera llegado a ninguna conclusión fidedigna... Bueno, a mi me comunicaron de noche que Roslik. estaba detenido y me trasladé para allá a la mañana siguiente. Cuando llegué ya estaba muerto.

-¿Usted había tomado medidas precautorias para salvaguardar la integridad física del detenido?

-Esas medidas ya estaban tomadas. Las directivas para la forma de conducir los interrogatorios eran sabidas. Fijese en el año en que estábamos. Ya había pasado mucho tiempo des- de la crisis institucional del 73. Este fue un rebrote, vamos a decir.

-Lo que verdaderamente importa es que esas armas no se encontraron nunca porque no existían. De modo que Roslik murió torturado al tratar de arrancársele una confesión sobre un hecho que desconocía simplemente porque no había ocurrido.

-Sí... Voy a decirle algo que en algún modo justifica esa muerte. Roslik no era tampoco el santo varón que ha pintado la prensa. Había estado en la Universidad "Patrice Lumumba" donde había hecho un curso de guerrillero. Tenía sus antecedentes por los cuales había estado preso en el Penal de Libertad; aunque lo cierto es que ya han pagado sus culpas.

-Nada de eso fue obtáculo para que muriera como consecuencia de las torturas.

-Se trató de un hecho fortuito cuyos responsables, el jefe de Unidad y el Segundo Jefe, fueron sometidos a la Justicia Militar y condenados.

-Pasemos a otro tema menos doloroso. ¿Usted participó en las conversaciones del Parque Hotel verdad?

-Sí.

-Como protagonista directo me gustaría que me dijera cuáles fueron las causas reales del fracaso de esa negociación política. Evidentemente hubo Intransigencias insalvables y errores de método. ¿A quiénes debe responsabilizarse?

–Hubo varias causas que condujeron al fracaso de esas conversaciones. Para mí, la principal radicó en el montaje. Cuando se organizaron en el Parque Hotel las reuniones de los representantes de los partidos políticos y los militares se cometieron equivocaciones. Primero, la distancia entre los participantes y no sólo desde el punto de vista físico que ya de por sí fue importante. Hubo también una distancia impuesta por grabadores y taquígrafos. Uno cuando hablaba allí sentía que no estaba en un diálogo tratando de llegar a un acuerdo sino que  blando para la historia. Yp -claro, todos se cuidaban. - porque nadie quería ser la señalado en el futuro como titubeante y poco firme en F sus convicciones. Muchas veces en este tipo de diá- t logo se llega a esta conclusión: "yo puedo estar de F acuerdo con esto pero no E dicho de esta manera. Dicho de otra puedo transigir". Tal vez hubo exceso en el montaje que fue muy rígido y muy encorsetado.

-De pronto las personas elegidas para poner se de acuerdo no fueron las más indicadas.

-Tal vez que no... tal vez que no...

Tapas de Búsqueda previas al plebiscito de 1980. Foto: Archivo Búsqueda

La entrega del poder

-Hay una pregunta que resulta clave para entender el fin de todo ese período de la historia uruguaya y que mucha gente se ha respondido a sí misma de acuerdo a sus deseos y a sus partidarismos. ¿Por qué los militares entregan el poder? ¿Por la presión popular como creen algunos? ¿Porque lo tenían resuelto anticipadamente? ¿Por el fracaso económico del Proceso, muy evidente al final del mismo?

-Los dirigentes de los partidos y los dirigentes gremiales podrán decir en este momento lo que les plazca. Pero ellos saben a ciencia cierta que no fue por presión de ellos que los militares entregamos el poder.

–Quiere significar con esto que los caceroleos no los molestaban y tampoco las continuas manifestaciones de repulsa ni ese clamor popular que se hizo tan palpable luego del plebiscito del 80.

-No eran cosa grata naturalmente. A nadie le gusta que lo estén caceroleando o silbando pero tampoco estos hechos hicieron mella en nuestro espíritu. La verdad es que desde iiempo atrás había un organigrama que fijaba la fe cha de la entrega del poder. Ese plan que había sido elaborado en el cónclave de Santa Teresa,  pues llamar a elecciones. Ante el rechazo popular de la reforma constitucional en 1980 se cae en un "impasse" del que se sale con otro organigrama que estableció claramente que el último domingo del año 84 había que proceder a un acto eleccionario y que el primero de marzo del 85 había que entregar el Gobierno y el poder. Esto fue hecho años atrás. Quiere decir que ya había un propósito y una palabra empeñada por las Fuerzas Armadas.

-¿Y el problema económico?

-El fracaso económico del Proceso lo único que hizo fue darle razón a los que decían que en 1980 había que haber llamado a elecciones y que recién después de estas el país iba a transitar por los carriles normales. El problema económico fue algo lateral pero que influyó notablemente. No en la decisión de entregar sino en la posición un poco desairada en la que quedamos los que...

-Daban la cara.

-Claro, los que estábamos al frente de la Institución. Hubo que hacer un tremendo esfuerzo para consolidar esa entrega, para que esa entrega realmente se produjera. La negociación del Club Naval, fue una prueba evidente de esto que le estoy diciendo. Había personas dentro del Ejército que tenían sus aspiraciones y que equivocados o no, creían que era necesaria la continuidad del proceso militar. Frente a esto había otra gente que decía que teníamos que cumplir con la palabra empeñada. Eso le da la pauta de que no estábamos tan acorralados ni tan débiles como para irnos, desde el momento en que dentro de filas había gente que insistía en que debíamos quedarnos. Que esto último hubiera sido terriblemente negativo para el país, no me cabe ninguna duda. Que hubiera habido muertes y un rechazo tal vez armado, tampoco. Pero las Fuerzas Armadas estaban dispuestas a enfrentar esa situación. Eso s lo que aumenta el valor de nuestra decisión. Que estábamos en perfectas condiciones físicas y anímicas, como para seguir, pero que por un precepto moral, decidimos entregar.

-Queda bien claro que había dos posiciones antagónicas en el Ejército. Lo que entonces se llamaban "halcones" y "palomas" era muy definitorio. Estaban los que no querían entregar el poder y los que pretendían cumplir con su palabra.

-Es así, es así.

-Tampoco los "halcones" tuvieron suficiente fuerza como para imponer su manera de pensar. Incluso uno de ellos que usted no quiere nombrar, fue finalmente destituido.

-Felizmente no tenían fuerza y el Ejército respondió a los mandos naturales. Y entre estos no había ninguna persona que quisiera la perpetuación.

-¿Y cuando ustedes plantean el plebiscito constitucional del 80 lo hacen para cubrir las formas porque estaban con- vencidos que lo ganaban o se atrevían a correr el riesgo e una derrota?

-Yo tenía fe para ganarlo. Después me di cuenta que mi ignorancia política estaba unos grados más allá de lo que yo mismo suponía (se ríe). Creía que lo ganábamos, es cierto. También creía que no solo era lícito sino de justicia incorporar ese artículo extraordinario por el cual se indicaba que iba a haber un candidato único para un gobierno de transición. Me parecía que no alertar al pueblo sobre esto era una deslealtad. Sin embargo, esa fue una de las causas de la derrota. Después el no votar las Fuerzas Armadas también influyó.

-La diferencia entre el NO y el SÍ fue de alrededor de un ocho por ciento.

-No fue muy grande, es cierto pero nosotros estábamos tan seguros que ganábamos que desdeñamos el voto militar y el de la policía.

Humberto Ciganda y Enrique Tarigo saliendo de la primera reunión de negociación con las Fuerzas Armadas, julio de 1984. Foto: Centro de Fotografía de Montevideo

La amnistía a los militares

-¿Usted también participó en los encuentros del Club Naval, así que es un de las dos con los políticos. Creo que el único.

-Estuvo también el doctor Chiarino.

-Yo me refería a los militares.

-De los militares soy el único. En el Club Naval intervinieron Invidio, Olascoaga y yo como Comandantes y el general Pedro Gonnet como Jefe del Esmaco, este último sin voz ni voto.

-Supongo que usted llevaría instrucciones precisas de los Oficiales Generales acerca de algunas pautas políticas muy controvertidas. ¿Entre ellas no estaba la amnistía a los militares?

-No, no estaba.

-Parece una omisión grave, porque de haberse planteado en ese momento seguramente el país se hubiera evitado momentos de tensión posteriores.

-No hay que olvidarse cuál era el motivo principal de la reunión. Lo que se buscaba era asegurar la salida electoral. Si se hubiera tocado el tema de la amnistía o del revisionismo, se habrían liquidado las conversaciones. Por eso el tema nunca se puso arriba de la mesa.

-Se dijo que había estado subyacente. 

-Claro. Todo el mundo sabía que quedaba eso para atrás, pero nosotros dábamos por sentado que entre la gente de honor con la que estábamos pactando no íbamos a llegar a un acuerdo para que después nos dijeran: "bueno, mañana hacemos elecciones, nosotros ponemos los hombres para los cargos y ustedes ponen los presos". Se pensaba que la cosa iba a ser de otra manera. No le voy a decir que estábamos convencidos que no fuera a haber un intento de revisionismo pero también creíamos que iba a haber un respeto por las Fuerzas Armadas que habían entregado voluntaria- mente el poder. Esto tiene su valor, valor que desconoce la gente que cuestiona a las Fuerzas Armadas. Usted me dice que las Fuerzas Armadas torturaron y mataron a equis cantidad de gente y yo le pregunto por cuánto tendrían que haber multiplicado esa equis si no hubieran querido entregar el poder: ¿Por cuántos dígitos habría que hacer esta multiplicación? Hubiera sido tremendamente nefasto para el país. Las Fuerzas Armadas al tener esa actitud, no le voy a decir que se hicieron acreedoras al perdón, pero sí al respeto y a la consideración, cosa que no se produjo.

-¿En esas conversaciones que usted tuvo con integrantes de los partidos políticos alguna vez tuvo la sensación de hallarse ante contendores que no actuaban con lealtad?

-(largo silencio). En muy pocas oportunidades. En general fueron conversaciones  serias, gratas por su desarrollo pero más de una vez entreví que me estaban tratando de "pasar la pata".

-¿Cómo lo supo? ¿Fueron intuiciones?

-Llámelo así.

-¿No le parece que en su momento la dictadura actuó con irracionalidad? Le menciono hechos al azar: proscripción política de miles de ciudadanos, prohibición de que los alumnos liceales usaran vaqueros y obligación de las chicas de llevar pollera, vetos a las canciones y a los libros, el obligar a cantar en voz baja las estrofas del Himno que dicen "tiranos temblad!", el prohibir toda mención a Wilson Ferreira, el sacar de un remate en la Rural el toro de su hijo... podría citarle cientos de ejemplos. Da la impresión que la lógica, aun la lógica de la fuerza, había extraviado su rumbo.

-En todo gobierno autoritario se producen excesos de ese tipo. Quiéralo o no quien detenta el poder, siempre existen salidas de tono. No voy a entrar a juzgar los ejemplos que usted puso, pero puede haber habido circunstancias como la que menciona.

-También ahí se perdieron los puntos de referencia, entonces.

-También.

Caravana de la Victoria del Frente Amplio, noviembre de 1971. Foto: Centro de Fotografía de Montevideo

Las elecciones del 71 y el Frente Amplio

-Tengo una curiosidad que ya lleva sus buenos veinte años. En el año 71 hubo elecciones nacionales y allí hizo irrupción por primera vez el Frente. Amplio. Se vivía un momento social muy tenso con permanentes enfrentamientos entre el Movimiento de Liberación Nacional y las Fuerzas Armadas. ¿Cómo habrían reaccionado estas ante un eventual triunfo de la nueva coalición política?

-No se le entregaba el poder.

-Mire que esto es la primera vez que lo dice públicamente un representante de las Fuerzas Armadas. Me parece muy grave y no quisiera que mañana usted desmintiera esa afirmación.

-¡No, no, qué lo voy a desmentir! Fijese que después de eso viene el golpe de Estado.

-Usted me quiere decir, que no era lógico respetar ese resultado hipotético cuando dos años después se volteaban las instituciones democráticas con el pretexto de una subversión que según las Fuerzas Armadas tenía su fachada legal en algunos sectores del Frente Amplio.

-Yo entiendo que no era coherente con el pensamiento de las Fuerzas Armadas el tener un gobierno encabezado por esta coalición.

-Nadie lo había reconocido con la franqueza suya.

-Pienso que si nadie lo ha dicho es porque no se lo han preguntado. No es que me está poniendo de augur de un golpe. Estoy pensando con la mente varios compartamientos para atrás.
En ese momento yo no es-taba cerca del poder de  decisión porque era apenas un coronel, pero conocía perfectamente el pensamiento de los generales  y ellos veían a los frentistas  como lo que eran, es decir  como enemigos.

-Quiero creer que esa  situación cuya hipótesis he planteado, en caso de producirse en el futuro, no tenga la misma respuesta de los militares. 

-Pienso que no.

-¿Qué ha cambiado? 

-Ha cambiado el enfoque del Frente Amplio. Hoy de mañana (jueves 21 de febrero) leía en Búsqueda que esta coalición considera imprescindible una conversación con las FFAA. y que estas dicen que no es procedente. Me complace  que el Frente encuentre necesario ese diálogo y me complace la respuesta de las Fuerzas Armadas. No es por ese camino que se tiene que llegar a un entendimiento. El Frente tiene que hacerlo con quien representa a las FF.AA. que es su Comandante en Jefe. 

Número de Búsqueda publicado el 31 de diciembre de 1986, tras la aprobación parlamentaria de la Ley de Caducidad

Sin Ley de Caducidad hubiera habido desacato

 -Me gustaría aclarar definitivamente algunos episodios controvertidos que rodearon a la crisis de fines del 86. ¿Es verdad que usted guardó las citaciones judiciales a los militares en una caja fuerte para que no concurrieran a los juzgados? 

-Es cierto. Eso se lo dije  a Wilson Ferreira en el despacho del Comando el día antes que se aprobara la Ley de Caducidad. Wilson me pidió una entrevista y durante ella me preguntó: "¿Las citaciones las tiene usted?" "Sí", "No van a  salir de acá?" "No".  Después leí por la prensa que me iban a pedir cuentas por el acto de desacato. Esto no llegó a concretarse porque no tuve necesidad. Por eso le decía hace un rato que muchas veces  amagaba pero no llegaba a los hechos (se ríe).

-¿Qué hubiera pasado si no se aprobaba la Ley de Caducidad? Quiero que usted con la misma las franqueza que me admitió que si ganaba el Frente Amplio en el 71 había un golpe de Estado, me  diga ahora cómo habrían reaccionado las Fuerzas las Armadas si no se les amnistiaba.

-Y no sé... era tan negativo el panorama.. Fijese que un hombre en quien yo había depositado confianza y que nos había ayudado mucho, el Presidente Sanguinetti, se iba a ver desairado por un actitud nuestra de rebeldía ante cualquier sanción, pero para nosotros no había dos caminos. Es  respeto y esa consideración  que los integrantes de la  Fuerzas Armadas entendíamos que habíamos sido  merecedores no había sido tenido en cuenta.

-A usted le preguntaron muchas veces en esas tensas semanas previas, qué podía ocurrir en caso que no saliera una ley de amnistía y usted invariablemente respondía: "llegado el momento se verá".  Era una contestación  ambigua. No decía "las  FF.AA. respetarán lo que resuelva la Justicia" sino que insinuaba una velada amenaza. 

-No era amenazante. Es que si no se votaba la Ley de Caducidad, yo sabía que no podíamos quedarnos en  la mitad del camino. Que si (el golpe) no lo daba yo, si no asumía yo la responsabilidad, iba a asumirla el que estaba atrás y si no era  ese era el otro. Porque ese era el pensamiento de las Fuerzas Armadas.

-El desacato se producía de cualquier manera. 

-Desacato iba a haber.

-¿Y qué consecuencias podía acarrear? 

-No lo sé... se habrían producido mediaciones o se habría llegado a un baño de sangre... Yo estaba tan  convencido que iba a salir  la cosa que tal vez basaba  en eso mi tranquilidad. El país se estaba jugando el  futuro de las Fuerzas Armadas, de la propia existencia  del Ejército. Si en ese momento los generales aflojamos, se desmadeja todo, se  cae todo. Se pierde la subordinación, se pierde el  respeto, se pierde el derecho a mandar. Se podría  haber seguido ordenando, pero no mandando.

-Lo que me ha dicho me parece absolutamente claro. Como para que se acaben las dudas y las  discusiones. Vamos a otras eventuales causas de agitación en las Fuerzas Armadas. ¿Existe hoy en el Uruguay un peligros terrorista? ¿Las FF.AA. siguen en estado de alerta ante cualquier posible rebrote? 

-Hay dos cosas. Llevar a las Fuerzas Armadas al  punto de preparación deseable, es una tarea que m  lleva mucho tiempo. No hacerlo en forma cotidiana  lleva al peligro de no tenerlas cuando uno las necesita. El Ejército debe estar  pronto porque  nunca se sabe qué puede pasar. Ya se trate de un problema de orden interno o uno de orden exterior.

-¿Y estos últimos cuándo se presentan?

-Es muy difícil, pero acá estuvimos a punto de necesitar a las Fuerzas Armadas para mantener la dignidad del país, cuando Caffiero instaló el gobierno de la Provincia de Buenos Aires en la isla Martín García. Se fueron ¿pero y si no se van? Ahí se necesita el Ejército,  la Armada y la Fuerza Aérea para acudir en defensa de la soberanía nacional.

-Mi pregunta apuntaba a los problemas internos.

-En nuestro país lo veo más remoto. Pero acá hay gente que no desdeña la  lucha armada para hacerse del poder. Se lo dicen por la prensa. Hay que tomar medidas preventivas que pongan a la gente al resguardo de esas amenazas.

-Desaparecido o en vías de desaparecer el mundo comunista, ¿también se extinguiría por falta de enemigos la Doctrina de la Seguridad Nacional?

-La Doctrina de la Seguridad Nacional es algo que a mí siempre me rechazó. Yo he dicho más de una vez que nunca recibí una clase acerca de esa doctrina. He tenido muchas conversaciones con los norteamericanos, pero nunca tuve d  ninguna directiva. Ahora también le voy a decir que  la sedición no tiene que o  venir embanderada con Si  una actitud política o ideológica. Puede estar por al  ejemplo embanderada con la droga. Vea lo que sucede hoy en Perú, en Venezuela o en Colombia. Por otro lado, Fidel Castro sigue vigente, con toda su política y su intransigencia para con el mundo occidental. En el mundo militar se tiene la impresión que Fidel Castro es un enemigo potencial. Mientras exista tendremos que tomar las medidas precautorias para que no  nos agarren dormidos. 

Wilson Ferreira Aldunate a su regreso a Uruguay, junio de 1984. Foto: Archivo Búsqueda

Las dos opiniones acerca de Wilson

-¿Nunca le gustaron los políticos verdad? 

-Y... (se rie) 

-Me refiero a la mentalidad política. 

-La mentalidad política y la militar tienen muy pocos  puntos de contacto. Es muy difícil después de viejo entrar en un campo en el que uno nunca estuvo. Yo pienso que gente bien y gente mal  hay en todos lados. No me  gusta mucho la política, es cierto (se ríe). Me gusta más el Ejército porque es más sencillo... las cosas son blancas o negras, el gris no existe.

-¿Se siente arrepentido por algo que haya hecho en esta etapa de su vida  pública? 

-No. Me siento reconfortado por lo que el destino me ha permitido hacer, reconfortado por la gente que me ha ayudado y ahí enlisto  no solamente a gente del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea sino también políticos. Y  quiero hacer referencia especial, hablando en nombre  de todas las Fuerzas Armadas, a un político a quien se  le debe un profundo reconocimiento: Wilson Ferreira Aldunate. El coraje cívico que hizo gala este hombre cuando resolvió apoyar la Ley de Caducidad, es una tremenda demostración de sus valores que le confieso, nosotros no conocíamos. Yo a Wilson Ferreira en un momento determinado de mi vida, lo odié. Estoy hablando del período posterior al golpe, cuando se fue a extranjero y desprestigio  a nuestro país y a nuestro Ejército, cuando en toda  tribuna a la cual subía, trataba de dejar mal parado al  Uruguay, cuando vino a  Concordia y dijo en su discurso que nos iba a sacar a patadas... Por todo eso, sentía por él un rechazo bestial.

-¿A raíz de qué circunstancias cambió su opinión acerca de él?

-Cuando empezó a constatarse que los cargos que se tenían contra él era un poco inconsistentes y que no había forma de enrabarlos como para formular una acusación que terminara en una condena. Claro que seguía existiendo esa actitud de Wilson de repudio hacia nosotros que provocaba la recíproca pero mas adelante, al adoptar él la actitud de votar la Ley de Caducidad, me di cuenta de su grandeza. Para achicar este relato: le dije que era una persona a la cual yo odiaba pero cuando el Presidente Sanguinetti me nombro Ministro, el único político al que fui a saludar fue a Wilson. El fue uno de los hombres públicos que más he admirado.

-Creo que quienes participaron en el proceso cometieron un grave error en aquel momento, que usted todavía hoy repite.  Me dice que Wilson Ferreira desprestigiaba al país en el exterior, pero él no tenía esa intención sino  ia de desprestigiar a las Fuerzas Armadas, que detentaban el poder. Identificar el gobierno con el país indica una forma de megalomanía. 

-No se olvide que nosotros precisábamos el apoyo de los Estados Unidos y él logró la aprobación de la  Enmienda Koch, por la cual nos cortaban todas las armas y todos los abastecimientos para combatir la  sedición. Eso es ir contra el país, no contra las Fuerzas Armadas. Wilson consiguió que quedáramos inermes  por eso le digo que iba contra los intereses del país.

-Aún así, terminó admirándolo.

-Es que Wilson no tuvo el gesto que logró sacar adelante la Ley de Caducidad porque nos quisiera sino por el bien del país, porque su mentalidad era la de un estadista y estaba por encima de la cosa chica.

 -Todavía hay quienes piensan que ese amansamiento en su virulencia antimilitar se debió a una deliberada actitud de ganarse la buena voluntad de las Fuerzas Armadas con miras a su candidatura del siguiente acto  eleccionario. 

-No, porque lo que arriesgó fue su propia candidatura al poner en juego el respaldo de su gente.

–Podía tener dudas que  las Fuerzas Armadas siguieran vetándolo. Que ese odio que usted menciona, se prolongará en el tiempo. 

-Ese odio ya había decrecido luego que se comprobó  que no se le podía condenar. Ese hecho ya nos había  llamado a sorpresas. A nosotros se nos dijo un día:  acá en este legajo hay  pruebas como para poner  le diez años a ese mocito  y resultó que no daban-ni  para diez días...

-Terminamos, general. Me decía que no estaba arrepentido de nada. Ahora le pregunto si por lo menos en la etapa en que su actuación incidió sobre los destinos del país, no cometió errores. 

-Indudablemente debo haber cometido muchos. Y el proceso también debe  haber incurrido en errores, pero el interés superior que lo guió lo absuelve de esas equivocaciones. No es el caso mío que fui solo un integrante del proceso y no me siento amparado por esas inmunidades. Como ser humano, me reconozco pasible de varios errores. Lo que pasa es que no los puedo cuantificar.

-¿Apremiar fue un error? 

-No.

-¿Usted alguna vez dio orden de apremiar a un  prisionero?   

-Di.

Información Nacional
2022-11-04T17:12:00