A 25 años de la última reforma, y con repetidas promesas de mejoras, Uruguay sigue entre los peores de la clase en educación

escribe Juan Pablo Mosteiro 
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A un cuarto de siglo de la considerada última reforma educativa de gran calado, y pese a los buenos propósitos de los gobiernos de turno, Uruguay no ha logrado abrochar una política de Estado consistente para mejorar de forma sustancial los resultados que logra. Aunque los distintos partidos alternados en el poder desde la restauración democrática prometieron más y mejor educación, los índices desde hace años mantienen al país entre los peores de la clase en América Latina.

La reforma educativa impulsada por el profesor y sociólogo Germán Rama —fallecido el 27 de diciembre de 2020, a los 88 años— es para muchos un ejemplo de que se pueden hacer transformaciones importantes en educación en un país anquilosado en esta materia. Aquel proceso reformista sucedió hace 25 años, durante el segundo gobierno de Julio María Sanguinetti (1995-2000). Rama era entonces el principal jerarca de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) y logró introducir cambios, pese a que en su momento fueron duramente resistidos y combatidos —y luego, con los años, reivindicados— por el mundo académico, sindical y político.

Rama tenía un plan, equipo, poder de conducción y una fuerte convicción. Llegó al cargo descontaminado de la estructura estatal, con un diagnóstico “muy claro” de los problemas educativos, con ideas y proyectos “concretos”, que acompañó de un liderazgo “firme”, aunque muchas veces cuestionado por su carácter confrontativo, hirviente, que le hizo merecedor de motes como el de “prepotente”, “intransigente” y “autocrático”. Pero también supo rodearse de “buenos técnicos”, sin importar su procedencia política o partidaria, con los que conformó un equipo “profesional y comprometido” con los objetivos que intentó poner en práctica. Algunos los logró plasmar y en otros dio la pelea hasta al final.

Escuela rural en la zona de Lavalleja. Foto: Pablo La Rosa / adhocFOTOS

Así lo explicó, 20 años después en una entrevista con Búsqueda, la ya fallecida Carmen Tornaría, profesora vinculada a la izquierda que coprotagonizó la reforma impulsada por Rama como consejera de la ANEP y como la persona de su mayor confianza. Ella integró aquel equipo, entre otros docentes afiliados al Frente Amplio que luego ingresaron al grupo de los “traidores” para la izquierda más ortodoxa y fueron expulsados de sus sindicatos y hasta de sus sectores.

Tornaría dijo que el principio rector del plan reformista fue tratar de “recuperar las bases varelianas de la educación uruguaya: el universalismo y la obligatoriedad”, que a su vez refleja “un gran pacto” entre la ciudadanía y el Estado. Y que la prioridad fue atender tres problemas: la educación pública había dejado de ser el motor de equidad social y de igualdad de oportunidades, con notorias debilidades en cuanto a la calidad de la enseñanza y también a la formación de los profesionales del sector. Las clases ya no tenían la homogeneidad cultural de antes: se habían vuelto más heterogéneas y el trabajo de los docentes era, por esa y otras razones, mucho más complejo.

Entre los logros de “la reforma de Rama” suele destacarse la universalización de la educación inicial para los niños de cuatro y cinco años; la multiplicación de las escuelas de tiempo completo; la creación de los grados 7, 8 y 9 en escuelas rurales; el diseño de programas específicos para alumnos provenientes de contextos vulnerables; la facilitación del pasaje de la escuela al liceo al cambiar asignaturas por áreas y la actualización de programas; la incorporación de herramientas de alfabetización como informática e inglés en todos los centros educativos; la instalación de bachilleratos tecnológicos en la UTU, y la creación de centros regionales de profesores en departamentos del interior del país en condiciones de igualdad con los de Montevideo.

Concentracion de maestros en el marco de un paro de 24 horas frente a la ANEP, Montevideo. Foto: Nicolás Celaya / adhocFOTOS

Aunque muchas de estas medidas quedaron instaladas en el sistema educativo durante las siguientes administraciones, a lo largo de esa gestión fue constante el choque de Rama con los sindicatos de la enseñanza, gran parte del Frente Amplio, algunos sectores conservadores del Partido Nacional y el Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (Ceres), al que estaba ligado entonces el actual ministro de Educación y Cultura, Pablo da Silveira, en calidad de investigador asociado.

Hubo numerosos paros y movilizaciones gremiales, huelgas interminables en institutos de formación docente y duros cuestionamientos desde ámbitos políticos y académicos por motivos variopintos. La falta de diálogo y consulta, la solicitud de préstamos a bancos internacionales, la tercerización de servicios como los de limpieza, de certificación médica y de alimentación, o la propia figura controvertida de Rama, al que se le reprochaba no medir consecuencias, falta de tacto y un carácter irritante, originaron permanentes roces y choques con propios y extraños. Todo eso impidió completar varias propuestas que quedaron en carpeta, y que enumeró Rama a Búsqueda en 1996. Otras fueron descartadas por el Frente Amplio cuando asumió el gobierno en 2005. 

Sin embargo, con el tiempo, muchos de aquellos que criticaron y combatieron la reforma de Rama comenzaron a reivindicarla, admitiendo incluso que las cosas que decía y hacía no estaban mal rumbeadas. Así lo reconocieron los expresidentes frenteamplistas Tabaré Vázquez y José Mujica, que elogiaron en público varias de sus ideas pioneras y muchas de las medidas que adoptó. Ya como consejero y exdirector general de Primaria, el maestro Héctor Florit también reconoció a Búsqueda los méritos de la reforma a la que 20 años atrás se opuso desde el lado sindical, docente y frenteamplista. “Rama fue un adelantado para su época y un autocrático para Uruguay”, dijo el histórico dirigente de la Federación Uruguaya de Magisterio (FUM), gremio que dirigió desde 1990 a 2004.

Movilización po reivindicación del 6+1: el 6% del PBI para la educación, más 1% para iencia, investigación e innovación. Foto: Nicolás Celaya / adhocFOTOS

“Haciendo la plancha”

Después de aquella reforma de fines del siglo XX no hubo otro cambio de similar magnitud en educación, pese a que hubo avances significativos en varias áreas. Pero en comparación con aquel período, estos resultaron limitados e insuficientes, porque pronto volvieron a imponerse los sindicatos y el statu quo, según explicó el ingeniero Juan Grompone, frentista y marxista, en el marco de una entrevista de 2020 con este semanario. Desde entonces, todos los gobiernos han estado “haciendo la plancha” en materia educativa, incluyendo el del colorado de Jorge Batlle (2000-2005) y los tres del Frente Amplio (2005-2020), sostuvo Grompone, también asesor del Plan Ceibal hasta 2007.

Vázquez asumió su primer gobierno prometiendo sacudir “hasta las raíces de los árboles” y teniendo como una de sus banderas la educación. Pero esa promesa no se plasmó. Para su segundo mandato anunció un “cambio de ADN” educativo y a poco de estrenar la gestión, en 2015, y en medio de una huelga, decretó la “esencialidad” de la enseñanza, generando un hondo conflicto en la izquierda. Además dio prioridad a los jerarcas políticos y se deshizo de los más técnicos que en rigor promovían los cambios de fondo.

Mujica, en tanto, al asumir como presidente ante la Asamblea General del Poder Legislativo en 2010 afirmó que los gobernantes deberían “ser obligados todas la mañanas a llenar planas como en la escuela, escribiendo cien veces ‘debo ocuparme de la educación’” y repitió hasta cuatro veces la palabra “educación”, por entender que es un asunto en donde “se juega el destino, la identidad y el rostro futuro” de la sociedad. Cinco años después reconoció públicamente su fracaso en esa área y más tarde contó que hizo un intento por reformar la enseñanza, pero que le ganaron la pulseada algunos dirigentes del Frente Amplio y los sindicatos. Así, entre 2005 y 2012 el presupuesto para la educación pública se triplicó, la educación avanzó en la universalización del sistema y en la expansión de centros de enseñanza, entre otras tantas acciones, pero los indicadores más relevantes empeoraron.

La educación pública uruguaya ha transitado por “veinte años de pérdida de tiempo” y eso es “terrible” para el país, dejó dicho Tornaría, y también sostuvo que “no es suficiente hacer una reformita por acá y por allá, algo cosmético”.

“Quizás desde los años 50 cuando se generalizaron los liceos, no hubo en la educación un cambio tan profundo. Y eso solo fue posible por el liderazgo de Germán, por su talento y por su carácter”, escribió Sanguinetti en redes sociales tras la muerte de Rama y a un cuarto de siglo de la reforma que lideró.

Escolares durante el comienzo de clases en una escuela de Montevideo. Foto: Javier Calvelo /adhocFOTOS

En el mundo académico hay quienes opinan que sin una conducción firme como la de Rama era inviable concretar los cambios plasmados, e incluso consideran que la falta de resultados educativos en Uruguay obedece, en buena parte, a conductas “gradualistas” y a una autoridad más permeable. “Se necesita un cierto liderazgo y asumir un componente de conflicto para impulsar el cambio. La idea tan uruguaya de que ‘estamos todos de acuerdo o no vamos para ningún lado’, no se sostiene”, aseguró tiempo atrás en entrevista con Búsqueda el profesor e investigador Pedro Ravela, que integró el equipo técnico de Rama y fue director ejecutivo del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed, creado en 2008 por la Ley de Educación y en funcionamiento desde 2012) durante el segundo gobierno del Frente Amplio.

“Desde José Pedro Varela hasta el Plan Ceibal, todos los cambios profundos en educación se han dado por verticalazo, por la fuerza. ¡Todos!”, apuntó a su vez Grompone, y enumeró: “La educación laica, gratuita y obligatoria de Varela fue un decretazo bajo el gobierno de Lorenzo Latorre. (Alfredo) Vázquez Acevedo creó la universidad nueva en contra de la opinión universitaria. La separación de la enseñanza media de la universitaria fue bajo el gobierno de Gabriel Terra. La autorización de universidades privadas se decretó durante la última dictadura. Y el Plan Ceibal fue un decretazo de Tabaré (Vázquez)”. Rama “se enfrentó a todos y también fue al choque”, agregó, y algo similar ocurrió, aunque a menor escala, con la creación de la Universidad Tecnológica (Utec), en 2012, desembarcando en el interior del país.

Como sea, tras la reforma de Rama y los gobiernos sucesivos siguió existiendo una estructura administrativa “muy centralizada” en el padrinazgo del Estado y aún “muy lejos” de la autonomía necesaria, coinciden hoy los expertos. Mientras, los índices educativos del país en estos años continuaron oscilando entre muy bajas calificaciones y el suspenso. Así se explica el dato más dramático del estado de situación educativa en Uruguay en estos años, según los informes del Ineed: solo cuatro de cada 10 jóvenes terminan la educación obligatoria del país.

Esta situación es “dramáticamente inequitativa” si se considera la variable socioeconómica, ya que entre el 20% de los alumnos del quintil 5, que es el más rico, culmina sus estudio el 82%; mientras no llegan a dos de cada 10 jóvenes (el 18%) los que terminan su formación entre los más pobres. En el contexto latinoamericano, casi todos los países están “despegados” en cuanto a culminación de ciclos educativos, pese a que varios tienen inequidades sociales “mucho más pronunciadas” que Uruguay, ubicado entre los últimos lugares del continente en niveles de egresos, superando apenas a El Salvador, Nicaragua y Guatemala.

Un panorama tanto o más preocupante muestran los resultados de las pruebas de aprendizajes tanto en la escuela como en el liceo, donde la situación empeora “terriblemente” y “aumenta la inequidad”, como suele repetir el actual presidente del Consejo Directivo Central (Codicen), Robert Silva, en los llamados Cara a Cara con la Comunidad organizados por ANEP para explicar la transformación en curso.

Germán Rama y Robert Silva, alma mater y "alumno aventajado" de la reforma educativa de los años noventa. Foto: Cortesía Codicen

Más de ocho de cada 10 jóvenes uruguayos de entre 14 y 15 años no saben calcular un porcentaje o dividir entre dos cifras. El 74% de los alumnos con 15 años no tienen las habilidades mínimas requeridas en matemáticas; ni el 69% en ciencias ni el 65% en lectura, según la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA, por su siglas en inglés), prueba que empezó a aplicarse en 2003, y abarcó a todos los gobiernos de este siglo. Los adolescentes uruguayos que concurren a los institutos estatales de enseñanza media están “muy por debajo” del promedio de los países de la OCDE, los más ricos, y también de los de la región.

Esta realidad del sistema educativo es la que ahora pretende cambiar el titular del Codicen, que también participó en la reforma de los 90, al igual que su principal asesora y cabeza técnica de la transformación impulsada por la ANEP, Adriana Aristimuño. Profesor, abogado y dirigente colorado, Silva ve en Rama a un “gran maestro” y a un “intelectual irrepetible” que pensó la educación “en grande” y que logró plasmar la última “gran reforma”, a fines del siglo pasado.

En una reciente entrevista, el titular del principal ente autónomo de la enseñanza aseguró que se concretarán los grandes cambios prometidos y largas veces postergados en su área, después de haber capeado la pandemia del Covid-19 y pese a la escalada confrontativa auspiciada por la “ortodoxia ideológica” y las corporaciones sindicales que a su juicio anteponen sus intereses al debate educativo.

“Alumno aventajado” de Rama, Silva cree que su gestión será recordada por haber evitado un drama educativo agudizado por la crisis sanitaria y por haber puesto en marcha una reforma destinada a mejorar los indicadores educativos que siguen ubicando a Uruguay entre los peores de la clase.

Información Nacional
2022-11-02T11:54:00