Flujos migratorios del último siglo consolidan a Uruguay como país receptor; expertos piden medidas para una integración “real”

escribe Lucía Cuberos 
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A principios del siglo XX, Uruguay experimentó una importante oleada inmigratoria. Provenientes de Europa, escapando del hambre y las guerras, miles de personas llegaron a Montevideo y sentaron las bases de la sociedad de españoles e italianos que caracterizó al entramado social del país en la era moderna.

En las décadas que transcurrieron desde entonces, hubo períodos en que los vientos cambiaron y fue la población local la que se sintió empujada a partir. Sucedió principalmente durante la dictadura militar (1973-1984) y la crisis económica del 2002. Durante los últimos 15 años Uruguay volvió a consolidarse como un país receptor de migrantes, que esta vez llegaron desde la región: Venezuela, Cuba, República Dominicana.

La actual jefa de misión de la Organización Internacional para las Migraciones en Uruguay, Tanja Pacifico, cree que el punto de partida de esta última tendencia es el año 2008 y la recuperación de la crisis financiera mundial. Fue en ese momento, dijo a Búsqueda, que “los flujos cambiaron y comenzaron a crecer gradualmente”. Por ejemplo, “el stock de migrantes internacionales” en Uruguay creció de 76.303 en 2010 a 108.267 en 2020, al tiempo que muchos uruguayos también decidieron retornar al país.

“El desafío para Uruguay es seguir mejorando la integración y el reconocimiento de los beneficios económicos tanto para el país como para quienes vienen a construir su vida aquí”, afirmó Pacífico.

La subsecretaria del Ministerio de Relaciones Exteriores y presidenta de la Junta Nacional de Migración, Carolina Ache, estima que los migrantes “representan alrededor de un 3% respecto a la población uruguaya”. Un reflejo del crecimiento, indicó, son las residencias que se otorgan cada año: mientras en 2014 se entregaron 1.505 en 2021 llegaron a 14.933.

Los últimos gobiernos intentaron impulsar acciones para dar respuesta a la nueva situación. Desde las organizaciones sociales vinculadas a los migrantes entienden que la política de “puertas abiertas” de Uruguay fue y continúa siendo un “ejemplo para el mundo”, pero al mismo tiempo subrayan que es necesario un trabajo mayor para promover la real integración de los inmigrantes.

Trabajadores cubanos en la peatonal Sarandí de Montevideo. Foto: Javier Calvelo/ adhocFOTOS

Políticas

En 2014 el gobierno promovió una ley considerada vanguardista que buscaba facilitar la llegada de migrantes a Uruguay, al simplificar los requisitos para obtener la residencia permanente a los nacionales de los países del Mercosur. Así, trámites que tardaban años ahora podrían resolverse en menos de 30 días.

Esta decisión pretendía acompañar “el espíritu integracionista” que Uruguay había tenido siempre, según explicaba la entonces directora de Asuntos Consulares y Vinculación del Ministerio de Relaciones Exteriores, Lourdes Boné. A ese cambio normativo le siguieron varias políticas “proinmigración”.

Pacífico opinó que “desde una perspectiva de derechos humanos y crecimiento la política migratoria de Uruguay es admirable”. Según dijo, el país no solo ha brindado “una opción segura” para las personas migrantes vulnerables que huyen de desastres naturales, cambio climático, conflictos o pobreza, sino que también “brinda acceso completo e inmediato” a servicios básicos como salud, educación y derecho al trabajo.

Al analizarlo desde una perspectiva de crecimiento económico, la jefa de misión señaló que múltiples estudios académicos establecieron el impacto positivo de la diversidad y la interculturalidad que traen los migrantes a la economía y la sociedad de un país. Para Uruguay, opinó, “la inmigración es muy necesaria” por el envejecimiento de su población y la baja tasa de natalidad y también por el atractivo para las empresas internacionales de disciplinas como tecnologías de la información, biotecnología y logística.

“No solo para cubrir estos puestos de trabajo, sino para crear otros nuevos y acompañar al Estado en su nueva agenda de crecimiento económico y transición digital”, sostuvo.

Pacífico explicó que algunos de los principales desafíos a los que deben hacer frente las personas migrantes en Uruguay son el acceso a la vivienda, al empleo digno y calificado y la protección de sus derechos. Aunque son problemas que también afectan a la población local, quienes llegan de otros países necesitan un apoyo mayor, ya que pueden tener barreras idiomáticas, falta de redes de contención y nulo acceso a los servicios básicos hasta haber regularizado su situación.

“Pequeños cambios en la forma en que se brindan los servicios públicos y privados pueden ayudar a una integración más rápida”, señaló.

Más de 7 millones de venezolanos abandonaron su país huyendo de la crisis social y política. De ellos, casi 6 millones se instalaron en otros países de América Latina, según indica en su página web la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes (R4V).

La presidenta de la asociación civil sin fines de lucro Manos Veneguayas, Vanessa Sarabia, dijo a Búsqueda que se trata de la población más grande a nivel mundial que ha sido desplazada fuera de su país, superando a Siria y Ucrania. Hoy, al menos 22.000 venezolanos residen en Uruguay.

La facilidad para tramitar la documentación es uno de los aspectos destacados por todos los actores consultados. Para Sarabia, incluso, Uruguay es el país “con el sistema normativo más completo y más basado en derechos humanos de la región”.

“Aquí el trámite de residencias Mercosur es gratuito, expedito y le otorga al migrante los mismos derechos que tiene un ciudadano natural. La normativa de Uruguay realmente le permite estar de forma absolutamente legal desde un principio”, afirmó.

Inmigrantes de una pensión de Montevideo. Foto: Pablo La Rosa / adhocFOTOS

Integración

La nueva oleada inmigratoria, que permanece en ascenso según cifras oficiales, se hace particularmente visible en Montevideo, donde ya es habitual escuchar un merengue a todo volumen al pasar por Ciudad Vieja o pedir unas arepas al salir a comer. Sin embargo, también se han formado comunidades de diferentes nacionalidades en varios puntos del interior del país, como Rocha, Chuy, Fray Bentos y Canelones.

Las instituciones y organizaciones consultadas entienden que en general el uruguayo aceptó al inmigrante de buena manera, pero también reconocen que aún se registran episodios de discriminación y xenofobia. Por eso, sostienen que todavía “queda trabajo por hacer” en materia de aceptación social, inclusión e integración.

“Una madre soltera migrante que vive en una pensión no tiene redes sociales de contención para cuidar a su hijo después del horario escolar mientras ella trabaja. El compromiso social y la inclusión de los migrantes en las redes sociales locales son clave para una sociedad integrada”, explicó Pacífico.

La integrante de la Red de Apoyo al Migrante, Rinche Roodenburg, afirmó que la xenofobia “es mucho más común” de lo que se cree. “Puede ser algo explícito, como gritarle cosas por la calle, y otras no tanto, como levantarse del asiento en el ómnibus”, lamentó.

El cambio en el perfil de los migrantes es otro de los aspectos que más ha variado con el correr de los años, sobre todo, el de sus países de origen, dijo Pacífico. El último informe de la Organización Internacional para la Migración muestra que llegan a Uruguay personas de lugares tan lejanos como Senegal, Mozambique y Medio Oriente, aunque Argentina continúa siendo en promedio “la mayor fuente de flujos”.

También están cambiando los factores que impulsan a las personas a elegir Uruguay para establecerse. Además de los migrantes que pueden estar huyendo de situaciones socioeconómicas y políticas desafiantes en sus países de origen, “ahora hay migrantes que vienen atraídos por los altos estándares de vida de Uruguay”, indicó la jefa de misión.

El avance del Covid-19 en el mundo también trajo aparejados impactos en los flujos migratorios de los países. A diferencia de otros países, cuando decretó el cierre de fronteras, Uruguay estableció como una de las excepciones la entrada de persona con necesidad de protección internacional, lo cual le valió elogios de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), agregó por su parte Ache.

“Las personas que solicitaban refugio continuaron ingresando al país cuando manifestaban una necesidad humanitaria inminente”, destacó Ache.

Para la vicecanciller Uruguay tiene una fortaleza en su sistema político para el trabajo que tiene por delante: asegura que “existe un consenso en todo el espectro en mantener un enfoque aperturista y de derechos humanos”.

Venezolanos se manifiestan en contra de Nicolás Maduro. Foto: Javier Calvelo / adhocFOTOS

Más cosmopolita

Los expertos consultados creen que Uruguay seguirá expandiendo su condición de país receptor en los próximos años. Para Pacífico, esto será producto del crecimiento económico y la estabilidad del país, aspectos que seguirán atrayendo a nuevos actores del sector privado. También cree que habrá un aumento de los inmigrantes como consecuencia de las políticas migratorias “cambiantes” de otros países.

“En general se espera que Uruguay reciba gradualmente más migrantes”, concluyó.

Para Ache, episodios como la guerra entre Rusia y Ucrania o la situación en Venezuela “son disparadores de grandes olas migratorias”. Además, afirmó que la migración “es parte de la historia de la humanidad y está en el ADN de Uruguay”.

“Debemos acompañar estos flujos de la mejor manera, para que sea regulado y ordenado”, indicó la jerarca. Es por eso que en la actualidad el gobierno prepara el Primer Plan Nacional de Integración de Migrantes, junto con la Organización Internacional para la Migración y la Acnur.

Desde las organizaciones sociales apuntaron que el alto costo de vida en Uruguay jugará un rol fundamental de cara al futuro. Actualmente, el mayor desafío para los migrantes es encontrar un lugar donde vivir debido a la dificultad para acceder a créditos y empleos bien pagos. Las autoridades aún no logran dar con una “respuesta en vivienda específica” para los migrantes, opinó Sarabia, y esa es una de las razones por las que se ha visto un importante aumento de los asentamientos formados por comunidades de extranjeros, agregó Roodenburg.

“Uruguay tiene todas las condiciones dadas para poder ser un país abierto a la migración; ya se está acostumbrando a la convivencia y es por eso que se convierte cada día en un lugar un poco más cosmopolita”, cerró la activista.

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2022-11-08T17:40:00